Lo tiene casi todo preparado, "serán estas de aquí y alguna más", dice señalando algunas pinturas y esculturas de un rincón de su estudio. "Nunca hago nada específico para una exposición", señala. Rafa Forteza es, este año, el artista invitado al Festival Chopin de Valldemossa, que se celebrará a partir del día 4 de agosto. No obstante, será el próximo día 2 cuando se inaugure la muestra del artista en la sala capitular de La Cartoixa. El pintor también se ha encargado de realizar el dibujo del cartel del encuentro musical.

El artista recibe a DIARIO de MALLORCA en su estudio de Alaró, un lugar repleto de materiales, cuadros, esculturas, fotos, pinceles, libretas con palabras desarticuladas que, quién sabe, podrían ser puntos de partida para articular su obra, calmar el ritmo de su cabeza, quizás sanar su alma. El arte de Forteza se expande por todos los distintos espacios de su estudio como una semilla, empezando por él. No hay un lugar sin una mancha de pintura, restos de papel o ceniza del puro sin el que las manos del artista se verían vacías.

En medio de ese caos -él mismo dice que a veces tiene problemas para encontrar lo que busca- parece que el tiempo se para, y separa la vida exterior, acompasada por una orquesta de cigarras, de la existencia interior, donde las vibraciones revelan la eficacia de cada trazo ejecutado ahí dentro.

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Yo siempre digo que el poder que tienen los espectadores es brutal, más que el creador. Porque el creador está dando el final de un camino. En cambio, el espectador, ajeno a todo, tiene su principio y su final", dice. Uno de los problemas del arte, no obstante, es que las personas ante el arte tienen la necesidad de "entender". "¿Por qué no pensar solo en las sensaciones?", se pregunta Forteza. Y se explica: "Yo no sé inglés. A veces me traducen una letra y pienso, ¡vaya mierda! Mira Yellow Submarine, de los Beatles. Era pachanguera de cojones".

Aunque cueste creerlo, Forteza piensa más de lo que habla. Enumera las bajezas de la humanidad. Critica, por una parte, la "esclavitud" de hoy en día, "es triste que un trabajador no tenga dinero"; afirma que "todo se ha banalizado" y lamenta que la sociedad haya perdido la ritualidad, "lo sagrado". Una sociedad a la que le cuesta más conectar, "entrar", con una obra de Miró que con una de Velázquez, porque lo que se valora, sobre todo, es la técnica. Se entiende una manzana dibujada, porque es reconocible. Pero "lo que es importante es creer, no entender".

Habla de su mundo con ciertas reticencias, y suelta que "vivir del arte no depende de uno mismo, pero sí hacer arte". Sabedor de que "si solo piensas, no dejas huella más que en ti", entre calada y calada, se expresa sin dejar espacio para más palabras.

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