La cita es en Selva. Adrià Mulet da la bienvenida a las puertas de una casa, el hogar que compartió de manera intermitente con su expareja Juliette. Dentro está oscuro. Huele a templo, a ceremonia. Algo palpita. Son las ruinas de una emocionante relación amorosa bombeando en el corazón de este artista y esparcidas por las distintas estancias de la casa.

"Juliette: La espera, título de la instalación multimedia salpicada estratégicamente por la casa, es la culminación de un proceso vital, fruto de una relación amorosa con punto y final", define Mulet. Los materiales de la misma son fruto del metraje, fotografías y sonidos que el artista catalán captó durante distintos momentos del noviazgo. "He vinculado todos estos dispositivos junto a objetos caseros que ya estaban para apuntalar un discurso", señala, "y afrontar dos duelos". El de la pérdida de la pareja y el del propio hogar de los abuelos, ya desaparecidos. "Mi herida está vinculada a la herida de estas paredes", confiesa.

Que el proyecto, un viaje casi místico a la propia memoria, ocupe algo tan personal como la casa no es baladí. Mulet ha vivido en ella durante el proceso de creación y vivirá durante el periodo de visitas que ha organizado del 6 al 19 de mayo (hay que inscribirse en la dirección de correo juliettelaespera@gmail.com). Después se irá a vivir a Francia. "Fue aquí también donde la relación se desarrolló. Con el ritmo frenético de Barcelona, no se puede ser contemplativo", apunta.

Esa reconstrucción de la memoria a través de la poética personal de Mulet, licenciado en cine, muy influenciado por Godard, es una ficción que metaforiza el viaje iniciático en el seno del amor, su descubrimiento en alta definición e intensidad y el dolor posterior en carne viva. "He dejado que las huellas de nuestra relación aflorasen. El espectador se encontrará con el hecho amoroso reflejado en el espejo del arte", sostiene.

La exposición es también un homenaje a Juliette, "fue una revelación. Es una persona enérgica, me superaba en todo. Estoy muy agradecido de haber podido estar con ella", confiesa.

La primera pieza del proyecto es la huella que dejó la palmera del jardín. Talada. Una fotografía escaneada en blanco y negro, con restos del árbol, organizada en forma de cuadrícula. "La palmera es la síntesis de todo: el vacío y la herida", señala el artista de 24 años, "y está situada en el centro de la casa". El espectador podrá coger un trozo de la instalación y pasearlo durante el recorrido para finalmente llevárselo consigo. "Me haría feliz que este espacio se quedara vacío tras las visitas y la herida desapareciera", comenta Mulet.

Recorrido de resonancias

Una zodiac donde la pareja dormía la siesta, el mar de Coll Baix, la idea de naufragio e imposibilidad, la frustración, una declaración de amor telefónica, la habitación del piano, una conversación en Cadaqués frente a dos copas de vino, la primera película que los enamorados vieron, un poema de Apollinaire, o el dormitorio, lleno de intimidades y ausencias a través de cuatro películas, vertebran el recorrido, plagado de resonancias y conexiones. "Para mí, ha sido como hacer una película", confiesa el barcelonés. Una cinta sobre el amor, sondeado éste a través de una poética particular de las imágenes, la luz, la palabra y los objetos. Impacta. Cine-ensayo en 3D.