La comodidad de la ignorancia y el polvorón pamplonica

Ian McEwan, el afamado novelista británico, nos obliga a vislumbrar lo que sucede en las opciones éticas

Ian McEwan

Ian McEwan / EFE

Marc Masmiquel Mediara

Analogía improbable: la filosofía política es comerse un polvorón y de modo simultáneo nombrar la capital de Navarra. Es complejo no atragantarse. Los que templan sus nervios, primero degluten esa pasta mantecosa, algunos lo disfrutan, luego hablan. Otros, se olvidan de hablar y se centran en el dulce, y puede que repitan. Vale, no es mi mejor metáfora, pero en una visión de humanidad como tripulación, el que ignora al congénere es un capullo, pero no de mariposa.

Secuestrados en el vientre de la ballena, impelidos a ser buenos o equidistantes, Ian McEwan, el afamado novelista británico, nos obliga a vislumbrar lo que sucede en las opciones éticas. Me viene al coco el neoliberal Vargas Llosa, alguien que ignora las bases sociales y los modelos de construcción social frente a un mundo tan polarizado. Un insensible en lo social, pero un sensible escritor (hay debate). Ese es el análisis que actualiza Ian, pues en 1940 George Orwell publicó «En el vientre de la ballena», donde se desgrana cómo narices pueden unir los escritores integridad estética y compromiso político. Moralmente ¿podemos exigir a un creador la denuncia de la injusticia? Unos años después, Albert Camus, ácrata contundente, planteaba la misma mandanga, sin duda con más narices éticas (y una “nariz ética postiza” siempre es una payasada).

El espacio de la imaginación

El espacio de la imaginación | Ian McEwan | Anagrama. 72 pàgines. | 8,9 euros / DM

¿Existe una proporcionalidad entre libertad estética y compromiso político? ¿Con confort e inercia capitalista elongando valores en una dirección, y la elocuente acción en otra? Facta non verba, McEwan divaga y merodea las ideas que esbozaron Orwell y Camus. No hay matemáticas evidentes en ética, hay elecciones vitales, decisiones y efectos.

Camus -espeleólogo de las zonas oscuras del potencial humano y de sus miedos- siempre estuvo al lado de los desposeídos y atropellados. Albert, fue un ateo con alma, pacifista revolucionario y jamás un equidistante y menos un conformado adicto al confort agónico del capitalismo hedonista. Pero no juzgamos opciones, amigo lector, son visiones. Como dijo Camus: “Cada uno justifica sus propias acciones señalando los crímenes de sus adversarios. Esta es una casuística de la sangre con la que los intelectuales no deberían, pienso yo, tener nada que ver, salvo que estén preparados para coger las armas con sus propias manos”.

Si en el vientre de la ballena atravesamos el relato bíblico de Jonás y la ballena para ejemplificar la actitud conformista de los años treinta del siglo XX, tras la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa y la sangrienta Guerra Civil española, y con los nazis buscando la conquista global, una parte de la sociedad sentía un dejarse llevar hacia dejar de luchar. Aceptar la barbarie de la época es un acto de irresponsabilidad. Camus en el otro extremo, no cerró la boca, denunció y fue miembro de la resistencia. Ian disecciona el trato entre arte y compromiso en la ciudad global. Reflexiones de rabiosa actualidad, piensen en alerta climática, inflación, o turbas de tertulianos de mundiales de fútbol, o ignoradas pateras, o cruceros exhalantes de emisiones de sulfuros y óxidos de carbono y nitrógeno para parar un tren (pero no un negocio). Ridículo si consiguen elevarse como el polvorón expelido tras intentar pronunciar a Pamplona y sentirse ajenos a este mundo. Pero nadie es ajeno. Ese espacio de la imaginación, puede que marque el futuro desde un presente valiente o cobarde, usted sabrá.

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