Diario de Mallorca

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NARRATIVA

Una vida en arte

En esta obra plena de propuestas metaliterarias, el autor se retrata como un esteta ávido de experiencias

Pablo J. Rico.

Pablo J. Rico se enfrenta a «la pedacería de estos tiempos mediocres» con una dedicación inmersiva a la escritura. En Mallorca lo recordamos especialmente por los tiempos en que capitaneó aquel barco de la Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca que durante los años noventa inició singladura y surcó las aguas artísticas de esta isla con formidables aportaciones. De entonces proviene su espíritu viajero y su nomadismo, que le ha llevado a recorrer el mundo como comisario artístico.

De esas experiencias y de su bagaje inquieto surgen las historias en que, a modo de heterónimos, diferentes protagonistas, ya se trate de un comisario, director de museo, fotógrafo, profesor o escritor, narran sus encuentros con el arte, la estética, la pasión (sí, la pasión artística pero también la amorosa), porque Pau, el hombre que mira lejos, trata sobre el deseo amoroso como leit-motiv.

Con una estructura en que la novela se inserta dentro de la novela, un primer capítulo a modo de prólogo se corresponde con la carta de una enigmática editora que esconde su propia identidad y que se extasía ante el material que tendremos en las manos una vez haya aplicado su propia reestructuración. Ese prólogo sitúa el texto como una obra fragmentada y discontinua que en realidad vamos a leer como una especie de historia única, donde no importa que los personajes vayan cambiando, como también lo hacen las mujeres protagonistas de sus pasiones.

Todo ello en pos de una autobiografía presentada como ficción con final feliz, donde un autor que está más allá del protagonista de los diferentes episodios, cierra el libro en contestación a la editora −de nuevo por carta−, sobre la trascendencia de la obra a partir de un elogio de lo sublime en Friedrich y ese Monje frente al mar que enfrenta la propuesta estética de la infinitud, de «la escritura como fruto de la vida» en palabras de Jostein Gaarder (en El vendedor de cuentos) que el narrador hace suyas. Porque, dirá: «la vida es como un viaje entre dos ciudades con nombre de mujer», donde la autoficción (como distorsión de la imagen del escritor hasta el límite que él mismo quiera fijar) y la metaficción (como esa proclamación de que todo es artificio) se entremezclan, yendo de la vida a las reflexiones de nuestro narrador, hasta llegar a sus referentes filosóficos y artísticos.

Es esta una obra plena de propuestas metaliterarias en que el autor se retrata como un esteta ávido de experiencias para quien lo esotérico, la cábala, el Destino con mayúsculas tienen mucho que hacernos ver, donde el orientalismo, las culturas indígenas, el contacto con el Otro ofrecen muchas lecturas que hacer o rememorar. Pero que es, ante todo, una novela de aventuras amorosas en torno al arte y la estética que los distintos protagonistas −que en realidad es uno solo− viven en muy distintos destinos viajeros y ante diferentes manifestaciones culturales.

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