Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

NARRATIVA

En los límites de la historia

O’Farrell firma una conmovedora intriga sobre el dolor y la pérdida con personajes reconocibles no nombrados

En los límites de la historia

Con su octava novela, Maggie O’Farrell (Coleraine, Irlanda del Norte, 1972) recurre brillantemente a la ficción histórica para enfrentarse a la peor pesadilla de un padre: la muerte de su hijo. Ambientada en Stratford, Inglaterra, a finales del siglo XVI, Hamnet imagina las repercusiones emocionales, domésticas y artísticas después de que el dramaturgo más famoso del mundo, aunque jamás nombrado, y su esposa pierdan a su único hijo, de 11 años, a causa de la peste bubónica, en 1596. Cuatro años más tarde, el padre del niño traslada su dolor a su obra maestra, titulada con una variante común del nombre del propio hijo, en la que el progenitor muere y este vive para vengarlo. Hamnet, la aclamada obra de O’Farrell, es una novela que se escribe en los márgenes de la historia. Lo que en ella cuenta se centra en Agnes Shakespeare, más conocida como Anne Hathaway, o simplemente, “la esposa de Shakespeare”. Creemos que lo sabemos casi todo del Bardo debido a su prodigioso trabajo y su gran influencia cultural. Sin embargo, apenas existen detalles biográficos sobre el hombre, y aún menos de su esposa y el hijo perdido. Hamnet es un libro sobre la muerte y los inicios, y O’Farrell toma una historia reconocible y la hace sorprendentemente nueva a los ojos asombrados de los lectores. Aunque hayan transcurrido más 400 años desde la muerte del niño, la conmovedora narración que teje la autora de la novela resulta atemporal y relevante.

Las obras de la escritora irlandesa rara vez responde a una cronología directa. Esta vez alterna entre dos líneas de tiempo, una que comienza el día en que la plaga afecta por primera vez a la hermana gemela de Hamnet, Judith, y la otra se remonta al comienzo de la apasionada relación de sus padres, unos 15 años antes. La mujer que conocemos como Anne Hathaway se llama Agnes. Es un espíritu libre que, como su difunta madre, se siente más a gusto en el bosque. Pero también una Cenicienta en la casa de su desagradable madrastra, en la que el futuro dramaturgo, aún en su adolescencia y con un futuro incierto, está contratado como tutor de latín para ayudar a saldar una deuda contraída por su errabundo padre. O’Farrell siembra su relato de oscuros presentimientos, lamentaciones por las ausencias en los momentos decisivos: toda vida tiene su epicentro, de donde todo fluye y al que todo vuelve. La madre ausente, el niño, la casa vacía, el patio desierto y el llanto no escuchado.

En la literatura universal hay grandes y pequeñas novelas que reescriben los lectores con su atención, otras que se atascan y finalmente O’Farrell firma una conmovedora intriga sobre el dolor y la pérdida con personajes reconocibles no nombrados logramos desatascar. Me ha sucedido inicialmente con Hamnet, igual que con las anteriores de O’Farrell en las que el estilo supone a veces un obstáculo para que la narración fluya. Pero, igual que en otras ocasiones, esta vez todavía con mayor ímpetu, la opacidad estilística es simplemente un espejismo y pronto se empieza a agradecer el caudal de escritura que aguarda en cada oración o párrafo. La autora, con numerosas descripciones donde una ya valdría, parece estar siempre dispuesta a tirarle de la manga al lector para que no se descuide y se convierta en cómplice absoluto de la historia que le está contando. Hasta que le asalta una sobredosis sensorial.

Un ejemplo es el final de la novela en el que la intensificación del lenguaje no da tregua. Predispuestos a las mayores emociones, el viaje de Agnes a Londres tras la pista de su marido ausente se describe de modo especialmente brillante. Cabalgan por las suaves ondulaciones de Chiltern Hills bajo la tormenta y el granizo, atraviesan Kensington, Bishopgate y el Puente: la capital surge como un lugar aterrador y turbulento de enfermedad y libertinaje, las cabezas de los traidores exhibidas en las picas, el cielo cargado de humo y niebla. “A medida que se acercan, oyen tañido de campanas, perciben el olor –vegetación húmeda, animales, cal y otras cosas que Agnes no identifica– y ven la gran extensión de la ciudad como un revoltijo agrietado, con el río serpenteando por el medio y las nubes tirando de las hilachas de humo que se desprenden de las casas” (pág. 324). Finalmente, la protagonista mira a su esposo, interpretando al viejo Rey Hamlet junto a un actor que, a su vez, interpreta a su hijo. A escasa distancia está Hamlet, su Hamlet, como podría haber sido si hubiera vivido, y el fantasma, con las manos de su marido, la barba de su marido y que habla con su voz. Es un momento escalofriante que forma parte del clímax emotivamente urdido para una hermosa historia de intriga. La mejor novela de Maggie O’Farrell.

En los límites de la historia

En los límites de la historia Lis M. Alonso

Compartir el artículo

stats