La cultura bereber fue, esta vez, la excusa perfecta para un nuevo baño de multitudes. La amistad que une a la Reina con Jorge Dezcallar hizo el resto. Doña Sofía, el embajador de España en Washington y el matrimonio Fruchaud revolucionaron ayer la calma habitual de Valldemossa. Muchas fotografías y aplausos en una tarde noche llena de leyenda.

Dezcallar logró reunir ayer a casi un centenar de personas en la Fundació Coll Bardolet, en la conferencia Las joyas bereberes y su magia. Entre el público, Dolça Mulet, consellera insular de Promoció Sociocultural y prima del ponente, Mercè Amer, consellera de Agricultura i Pesca, el pintor Nils Burwitz y el joven violinista Francesc Fullana.

Máxima expectación dentro de la sala, abarrotada, y fuera del recinto al que la Reina llegó conduciendo su propio coche minutos antes de las ocho de la tarde. Con un conjunto de seda en tonos azules y blancos, doña Sofía fue recibida por el propio Dezcallar, el alcalde de Valldemossa, Francesc Mulet, y la presidenta de la Fundació, Silvia Pizarro. Junto a ella, Tatiana Radziwill y su marido, el doctor John Fruchaud.

Durante la hora que duró la charla, informal en todo momento y que contó con numerosos momentos de humor –el diplomático se recreó en la simbología de las piezas y en el mundo mitológico de la zona del Magreb–, fue la propia Reina la que ejerció de traductora (al inglés) de su prima Tatiana y su esposo. Así, se pudo ver a una doña Sofía muy interesada en la manera artesana de diseñar las joyas y el significado de colores, formas y materiales.

Para acercar todo el encanto y la magia de la cultura bereber hasta el pueblo de la Serra de Tramuntana, Jorge Dezcallar utilizó una serie de proyecciones fotográficas que fueron el mejor ejemplo del arte africano. Aunque, sin duda, fue mucho más impresionante ver y casi tocar las piezas que conforman la colección.

Hasta la tercera planta subió la comitiva nada más concluir la conferencia. Unos minutos en los que la Reina, tras despedirse efusivamente de la madre del embajador, María Teresa Mazarredo, y sus invitados disfrutaron de una mayor intimidad. Dicen que doña Sofía quedó impresionada con un collar de monedas de plata.