Andreu Coll Bennàsar, el empresario de Alaró asesinado el pasado 30 de junio en su chalé, sospechó de su hijo y el amigo de este horas antes del crimen. "Figúrate que yo he pensado que fue Andreu el que me golpeó. Estos dos, como yo los he machacado un poco esta semana haciendo que se queden a trabajar y diciéndoles que no les daba un día libre hasta el viernes, a lo mejor se le han cruzado los cables y me quieren hacer una putada", aseguró la víctima a un familiar que le preguntó por la brecha que presentaba en la sien. Se refería a la agresión que sufrió la noche antes de ser asesinado, cuando su hijo Andreu Coll Tur, de 18 años, y su amigo íntimo, Francisco Abas Rodríguez, de 20, ambos en prisión provisional desde el viernes por la noche, intentaron matarle golpeándole con un palo en la cabeza. Previamente, lo habían drogado con somníferos que introdujeron en pasteles.

Los dos jóvenes imputados, que se habían conocido hace un año y medio jugando por Internet al videojuego de guerra Call of Duty, confesaron con una frialdad pasmosa ante el magistrado Juan Manuel Sobrino que pulverizaron cinco pastillas y se las dieron en bollería a la víctima la noche del 28 de junio. Cuando el empresario de 57 años llevaba más de una hora durmiendo en su cama, ya en la madrugada del 29, los muchachos se dirigieron a su habitación y le atacaron. "Francisco le dio con un palo en la cabeza y él se despertó. Yo miraba y llevaba una linterna. Nos asustamos. Le dijimos que había sido un sueño. Mi padre estaba somnoliento, como desorientado. El palo estaba en mi habitación, es de un metro de largo y dos dedos de grosor", indicó Andreu Coll Tur, quien luego curó a su progenitor.

El empresario asesinado se quedó todo el día durmiendo en la casa bajo el efecto de los somníferos. Horas después, el sábado al atardecer, fue a casa de su padre, ya anciano, para darle la cena. Allí, un familiar reparó en la herida que tenía sobre una ceja. La víctima no le dio ninguna importancia, alegó que había soñado que le agredían y que se había golpeado contra una mesita. Sin embargo, hizo un comentario en el que dejaba entrever que también sospechaba de su propio hijo y el amigo de este, Francisco Abas, el zaragozano que se encontraba de vacaciones en su domicilio. "Estos dos, como yo los he machacado un poco esta semana...", apuntó Andreu Coll Bennàsar.

Además, el perjudicado recordó que la noche anterior se había despertado sobresaltado gritando pidiendo ayuda. Según su versión, incluso había visto "la figura de un hombre en la sombra" que le daba con algo parecido a un palo. La víctima añadió, en referencia a su vástago y el amigo, que "como ellos tienen un palo allí en la cama y a veces juegan con él..." Estos comentarios, en principio sin importancia, resultaron clave para los investigadores de la Guardia Civil. El familiar del fallecido, al enterarse de estos hechos, le pidió explicaciones a Andreu hijo, quien respondió con evasivas.

Precisamente, poco después de que el empresario alaroner abandonara la casa de su padre, volvía a ser atacado de nuevo de forma brutal hasta fallecer. Los asesinos confesos se habían enviado mensajes de móvil alertando de que un familiar ya sospechaba de ellos.

Tanto el hijo del fallecido como su amigo esperaron a la llegada del hombre en la habitación juvenil, donde le atacaron con una cachiporra y un martillo. Los dos asesinos confesos relataron con todo lujo de detalles cómo forcejearon con el empresario, mientras se ensañaban golpeándole en la cabeza con un palo, un martillo, un jarrón, para acabar rematándole con un bafle que el joven Andreu estrelló contra el cráneo de su progenitor. De hecho, el hijo de la víctima, defendido por los letrados Agustín Aguiló y Laureano Arquero, admitió que dos meses antes había fabricado la porra, un palo con clavos en un extremo, a imitación de un videojuego en el que él era experto.

Un videojuego y comida rápida

Por su parte, el amigo de Andreu Coll Tur, el zaragozano Francisco Abas, representado por el abogado Antoni Monserrat, apuntó que el móvil del crimen fue económico. El muchacho, de 20 años, explicó ante el juez que, tras el asesinato, se apropiaron de unos 10.000 euros que el empresario llevaba en un maletín. Ese dinero fue intervenido luego por la Guardia Civil en casa de la madre de Andreu, en Santa Ponça. Según su versión, de esta cantidad, él y su amigo, del que estaba enamorado, se gastaron 500 euros al comprar un videojuego y comida rápida. Y es que los dos muchachos vivían obsesionados con las partidas con sus videoconsolas.

El magistrado ordenó el viernes por la noche la prisión provisional para ambos por un delito de asesinato, tal y como había solicitado la fiscalía y el letrado de la acusación particular, Jaime Campaner. El juez en su auto destaca que existe riesgo de fuga y que los dos sospechosos manipularon pruebas los primeros días tras el crimen. El magistrado Juan Manuel Sobrino también enumera las principales pruebas incriminatorias, entre ellas las confesiones de los acusados, en las que reconocieron que premeditaron la muerte del empresario "fundamentalmente por móviles económicos", así como las pesquisas de la Guardia Civil.