"Salvamos una gran arquitectura", una joya del urbanismo civil gótico que "tiene un sello anónimo" y que ahora cobra "un sentido que antes no tenía". Con estas palabras el arquitecto Pere Nicolau, mentor de la rehabilitación del emblemático casal de Can Oleo celebraba la culminación del proyecto. Una rehabilitación no exenta de "vicisitudes" y "obstáculos", recordó la rectora de la UIB, Montse Casas, que ayer abrió sus puertas convertido en sede académica.

Ha tenido que pasar casi una década para ello. En 2002 el proyecto fue adjudicado a Nicolau y a su hija Maria, ganadores del concurso de ideas convocado por la UIB. Pero las obras no pudieron comenzar hasta 2006. "Ha sido un proceso largo y costoso", comentó en este sentido el conseller de Cultura, Bartomeu Llinàs, gestado con "conocimiento de causa y sentido común", añadió.

Can Oleo ha vivido momentos dulces y amargos, sus muros han sido testigos del profundo cambio que ha experimentado la ciudad. Guarda historias, muchas, algunas de ellas ocultas y otras que testimonian su pasado. Nadie sabe a ciencia cierta quién lo construyó. A lo largo de los siglos sufrió varias modificaciones estructurales hasta caer en el olvido y con ello en la ruina. En 1975 el ministerio de Cultura lo adquirió y rescató de su abandono hasta que en 1986 su titularidad fue conferida a la Universitat. La dirección general de la Providencia de Educación quería instalar allí una residencia pero el director Andreu Crespí, medió para que pasase a la UIB, a cambio del edificio Juníper Serra.

La UIB deja ahora su huella en el casal destinando el edificio a la docencia. Ocupa una superficie de 2.086 metros cuadrados, distribuidos en cuatro pisos. En la planta baja se ha instalado la librería, la cafetería, la sala de actos y espacios para la administración y formación, mientras que el entresuelo albergará el archivo histórico de la UIB. El resto de plantas han sido adecuadas como despachos de representación y apoyo administrativo, así como salas de conferencias, aulas para seminarios o másters...

Los resquicios de la Palma gótica recobran vida, declaró Casas, que no dejó pasar la oportunidad de aludir a la rehabilitación del edificio de sa Riera.

Can Oleo, cuya reforma ha costado 4,5 millones de euros, es uno de los pocos ejemplos de casas señoriales que conservan algunos de los elementos arquitectónicos de la época, como la escalera del siglo XV, labrada con una rica decoración en piedra, que da buena muestra del impulso que imprimió Guillem Sagrera al gótico civil en Palma.