Antes de ingerir un cóctel de pastillas en la zona del castillo de Alaró para suicidarse, Javier Pierotti, de 40 años, tomó unos mates por la tarde con su amigo y compañero de casa en Algaida, Sergio di Nallo, conocido como El Peluca, un argentino que trabaja como taxista en Calvià. Ese día, no hablaron de nada en concreto. Ni de Magaluf, localidad en la que Pierotti había iniciado una cruzada personal para lograr acabar con sus excesos, ni de los problemas de salud que le venían atormentando desde que se le descubrió un cáncer terminal.

Su muerte causó una gran conmoción en Magaluf y en Calvià al tratarse de una persona muy conocida vinculada desde hace dos décadas al mundo de la noche. Pierotti tenía también una dimensión mediática. Se había dado a conocer en los medios de comunicación por sus denuncias sobre el descontrol que se vivía en Punta Ballena, lo que le llevaba a intervenir periódicamente en prensa y televisiones nacionales.

Sobre las seis de la tarde del 19 de septiembre, se despidieron y Pierotti se dirigió a Alaró, cuenta a este diario Di Nallo. Él fue el último amigo que lo vio con vida. Se habían conocido cuando llegaron a Mallorca. Hace 20 años. Apenas eran unos veintañeros. Durante los tres últimos años vivían juntos de alquiler en Algaida. A ellos se les había unido en la vivienda otro compatriota argentino.

En esa última conversación, Pierotti no le dijo que ése era el día que había elegido para suicidarse, aunque sus amigos más íntimos eran conscientes de que se podía producir en cualquier momento. "Había tenido un cáncer y le tuvieron que quitar un ojo. Él sabía que era terminal y que, tarde o temprano, moriría. A raíz de ahí, empezó a prepararse para la muerte. Leía muchos libros sobre este tema. Él lo veía como algo natural, como irse a otro lugar", cuenta Di Nallo.

Círculo de confianza

Pierotti no escondía sus intenciones a su círculo de confianza. Les comentaba que se suicidaría tomando un cóctel de pastillas que valía 500 euros y que había adquirido en internet a una asociación para morir dignamente. "Te quedas como cuando te anestesias, no sufres nada", le dijo a sus amigos.

Su situación vital se agravaba por la falta de dinero. "El último día ya sólo le quedaban 20 euros para gasolina", cuenta Di Nallo, que apunta también que Pierotti rechazó durante el último año varias ofertas para volver a trabajar en la noche de Punta Ballena, donde hasta 2013 había ejercido de encargado de tres locales de ocio. "No quería volver a Magaluf. Yo creo que prefirió morir antes de hacer algo que no le gustase", explica. Aun así, Pierotti quería que Magaluf cambiase, lo que le llevó a difundir en el verano de 2013 un vídeo-denuncia sobre los problemas de los coches para atravesar de noche Punta Ballena. Envió cartas al presidente Mariano Rajoy, a la Fiscalía General del Estado y a la Unión Europea. Y promovió una iniciativa en change.org, pidiendo formar parte de la comisión de seguimiento municipal sobre Magaluf.

"Él quería el bien para Calvià. Que hubiera más policía, que la gente no se tirara por los balcones... Era un idealista. No tenía miedo a denunciar. Tampoco tenía nada que perder dada su situación", dice Di Nallo.

El pasado 20 de septiembre, trascendió la noticia de la muerte de Pierotti. Apenas tres semanas antes, había estallado el presunto caso de corrupción en la Policía Local de Calvià. En el punto de mira, supuestos tratos de favor a locales de Magaluf. Ese contexto hizo que se desatasen las teorías conspiranoicas sobre la muerte de Pierotti.

"Se dijeron muchas cosas falsas. Como que el cuerpo tenía muchos cortes. Nosotros fuimos a ver a la juez y nos enseñó las fotos. El cuerpo no tenía ningún corte", cuenta Di Nallo, quien desvela que en los días previos a su suicidio Pierotti fue citado a declarar como testigo por la Guardia Civil sobre hechos de Magaluf. Di Nallo concluye: "Él tenía mucha ilusión de irse a otra vida, como que tenía curiosidad. Murió en paz y como nos lo había contado. El resto, que piense lo que quiera".