Los Cossiers, la Dama Tomeu Fullana, el Dimoni Joan Mesquida y los flabiolers protagonizaron ayer la arraigada fiesta del día de sa Revetla de Sant Bartomeu, una fiesta que de cada año va a más y que congrega a una multitud de visitantes que quieren conocer las más ancestrales costumbres mallorquinas y a los montuïrers que viven y sienten profundamente las vibraciones que emanan sus dansaires.

Se vivió una tarde-noche de idas y venidas, de corridas delante del Dimoni, de caminar sudorosos por las empinadas calles de un pueblo que respiraba el aroma de la alfabaguera, que degustaba el sabor del jolgorio y que se introducía en los compases de la fiesta mayor que tiene su día grande hoy, día de Sant Bartomeu.

La representativa Flor de Murta, el alma mater de un repertorio bailado este años por Toni Nicolau, Joan Albert Cerdà, Pere Servera, Miquel Miralles, Miquel Ginard, Tomeu Rafel Ginard, estrenó (como es ya habitual) el itinerario de actuaciones que se inició sobre el entramado ubicado frente a la casa consistorial, en la plaça Major. Un año más y a pesar de ser jornada laborable y del calor sofocante, numeroso público les estaba aguardando.

Los Cossiers acompañaron a las autoridades religiosas desde la rectoría a la iglesia parroquial para asistir al acto de veneración de la imagen del patrón Sant Bartomeu, el apóstol que fue llamado por el Maestro cuando se encontraba, según reza la tradición, debajo de una higuera y que después de predicar en Oriente murió descuartizado. En el mismo templo, se repartieron ramitos de albahaca. Tras la parada de culto, los Cossiers (a quienes se incorporó de nuevo el Dimoni que no puede entrar en el templo) empezaron su marcha de más de dos horas de recorrido.

Ya oscurecido, con la plaça Major llena a rebosar, los protagonistas terminaron el itinerario urbano y regresaron al punto de partida, donde otro gentío les esperaba. A esa hora se producen los dos últimos momentos espectaculares, la bajada vertiginosa (y peligrosa) por la calle Es Pujol de los acompañantes empujados por el látigo del Dimoni y, finalmente, los últimos bailes en el entablado que dos horas antes había acogido la Flor de Murta.