"El término municipal de Vilafranca tal y como lo conocemos hoy en día ha sido la consecuencia de siglos de demandas, pleitos y renuncias. Avatares con los que el pueblo ha convivido y sufrido para finalmente ver definida su ´patria´". Así empieza Les pedres de la nostra identitat, el estudio sobre la historia del municipio, su consecución y las fites físicas que lo separan de Sant Joan, Porreres, Felanitx, Petra y Manacor, elaborado por su alcalde hasta la pasada legislatura, Jaume Sansó.

Para empezar a entender la creación de Vilafranca hay que remontarse hasta el Llibre del Repartiment de Jaume I de julio de 1232, cuando la mitad de Mallorca fue repartida entre ocho caballeros que habían servido al rey durante la Reconquesta. El propio monarca se quedaba con el resto, territorios que incluían en su extremo sur a lo que hoy es el municipio vilafranquer, por entonces dentro de Petra.

A principios del siglo XVI, el dominio empezó a ser gestionado por la Cúria Baronial de la Cavalleria de Sant Martí de l´Anzell, formada por una Corte propia y un marqués al frente, que impartía justicia sobre hechos delictivos, pleitos, el mal uso de tierras y ganado o los conflictos vecinales. El 4 de julio de 1620 nacía ´oficialmente´ el pueblo de Vilafranca.

El 4 de diciembre de 1631 se inauguraba la ampliación del oratorio y la iglesia pasaba a tener la categoría de Vicaría. En 1685 ya se pudieron impartir los sacramentos en Vilafranca, o lo que es lo mismo, contó a partir de entonces con un registro propio de matrimonios, bautismos y defunciones.

Independencia con demanda

Pese a ello la Corte feudal ejerció su dominio de facto hasta 1811, fecha en la que finalmente el territorio fue reconocido como municipio, por la abolición de los Señoríos en las Cortes de Cádiz.

Su gestación como pueblo y el hecho de emanciparse de los municipios de Petra y Sant Joan, hicieron de la Vila Franca un lugar de privilegios impositivos y administrativos, pese a tener que pagar aún alodios al señor de Sant Martí.

Descontento con la decisión, Petra decide reclamar al Gobierno lo que creía y sentía aún como suyo, demanda que pese a no prosperar sí que alargó la fecha definitiva de la emancipación hasta el 15 de enero de 1813. Vilafranca se asentó dentro de unos espacios que hasta entonces se habían repartido entre Petra, Sant Joan y Porreres, aunque los nuevos límites fueran muy inferiores a los dominios de la jurisdicción de la Baronia. En 1864, 1875, 1890 y 1892 se abrieron procesos para intentar ampliarlos hacia la zona de la calle de Santa Bàrbara, en territorio santjoaner. Todos infructuosos.

La colocación de las ´fites´

Entre tanto y para no perder lo ya conseguido, se elaboraron y colocaron las primeras fites (hito o mojón en castellano) delimitadoras, aprovechando accidentes geográficos y que substituyeron a las antigua cruces.

Tres son las que se conservan: la de Boscana, punto que separa los términos de Manacor, Felanitx y Vilafranca: de1863, es el monolito más elaborado. Obra de Joan Pocoví en piedra de Binissalem, tiene forma triangular con los escudos de los tres municipios tallados en bajo relieve. La segunda es la de Son Joi y que confronta los de Felanitx, Porreres y Vilafranca: del siglo XIX, sin elaboración artística y de autor desconocido. Hecha en marés y de forma rectangular.

La última fita es la situada en la antigua carretera de Palma, límite con Sant Joan. Precisamente en este punto hay que volver a hablar de las cuentas pendientes. El día 22 de junio de 1924, al quinto intento, Vilafranca conseguía finalmente la segregación de la parte demandada del término de Sant Joan. El 30 de octubre del mismo año y por unanimidad el pleno municipal refrendaba la decisión y el pago, en dos plazos más intereses, de 25.000 pesetas por el territorio. Como curiosidad cabe señalar que el restaurante Ses Tauleres, situado dentro del casco urbano de Vilafranca, al estar edificado justo después de dicha fita paga sus impuestos en Sant Joan.