­Justo cuando anteayer el Govern acordaba destinar 5,3 millones para la segunda fase del que será el instituto más grande de las islas, el aspecto que presentaban los edificios ya construidos (donde a partir de septiembre se trasladarán los alumnos del IES Na Camel·la de Manacor) no podía ser más inhóspito.

Sin vigilancia ni vallado, cualquiera puede adentrarse con soltura a través del solar municipal cedido a la Conselleria donde está previsto que se construyan tanto el polideportivo como las clases que faltan. Siguiendo el camino de Son Fangos ya se divisan los primeros síntomas de abandono: Dos casas de campo sin tapiar, la más pequeña con un aljibe al aire libre, conviven entre restos de chatarra, materiales de obra y un par de viejos camiones de la brigada local.

Apartados, formando un montón surrealista de difícil precisión, más suciedad, más hierros, trozos de máquinas industriales jubiladas y hasta una lancha a medio quemar. Sólo a unos metros de distancia, los restos del que fue monolito de Mossèn Alcover, situado precisamente hasta hace poco en el paseo de Na Camel·la, siguen sin cobijo ni utilidad.

A punto de ponerse el sol, caminando un poco más por el sendero dejado por los camiones, los restos de un vallado parecen indicar el final de la triste excursión. No es así. Unos cuantos huecos en el margen derecho y una apertura de unos veinte metros a la izquierda otorgan de nuevo vía libre.

Acabados oficialmente el pasado 22 de febrero, los edificios y talleres del instituto permanecen abiertos, así como las escaleras de acceso a los pisos superiores. La barra del que será bar coge polvo sin remedio. Un poco más adelante, los cinco talleres de prácticas para F.P., siguen sus pasos, así como las clases y los que serán patios interiores.