Miquel Grimalt (Manacor, 1961) es profesor titular de Geografía física de la UIB. Experto en temas de toponimia, hace unos días explicó en su ciudad natal los cambios y peligros que afectan a los nombres de los lugares que caracterizan al municipio del Llevant.

–¿Qué clase de topónimos destacan en Manacor?

–Por un lado, la pervivencia de formas arcaicas en la manera de nominar las propiedades. Por ejemplo el uso de la partícula Sos en lugar de Son, cuando la segunda parte del topónimo es en plural. Igualmente las pequeñas propiedades que carecen de casa, se conocen con otra fórmula de carácter antiguo com es Lo den. Asimismo se conservan todavía algunos topónimos ´absolutos´, como Mendia, Bellver o Mirabò.

–¿Cuáles son los principales enemigos de la toponimia?

–Son diversos. La pérdida de la transmisión oral de padres a hijos, la sustitución de nombres genuinos y verdaderos por otros, la creación de nuevos topónimos que no siguen una tradición propia, como los de rajoleta: aquellos que se colocan a la entrada de las casas de foravila y de fin de semana. También a través de la destrucción del territorio por otros usos, las normalizaciones lingüísticas mal hechas... Y el tiempo. Las prisas y los GPS están matando la toponimia. Antes, cuando los abuelos iban en carro y nos llevaban en él, era usual la indicación exacta del nombre de cada pequeño lugar o finca. El coche y la tecnología lo dificultan.

–¿Me quiere usted decir que ya no hay abuelos y sí burocracia?

–Existen sistemas de transmisión similares a los antiguos, como son las conversaciones y las fuentes orales. El problema es que actualmente predomina la transmisión a través del registro escrito. Una de las calles más céntricas de Manacor había conseguido mantener la forma original de Carrer de l´Anell, pese a varios intentos por dedicarlo a políticos o personajes ilustres de la segunda mitad del siglo XIX hasta la actualidad. Pues bien, toda esa pervivencia se ha echado a perder durante las dos última décadas, cuando la administración incomprensiblemente optó por ponerle un nombre tan oficial e insulso como Carrer Major. Esta placa de apariencia histórica está consiguiendo hacer desaparecer el topónimo verdadero.

–¿Poco a poco habrá nombres de lugar extranjeros?

–Al igual que hay estratos toponímicos que han ido dejando otros pueblos en nosotros, es natural pensar que la población de fuera deje su huella. No pienso tan benévolamente de aquella población local que cambia un nombre existente y genuino, por otro ajeno a nuestra cultura y muchas veces de mal gusto. El litoral manacorí está repleto de ejemplos: s´Estany den Mas se ha transformado en Cala Romàntica, es Domingos Petit por Tropicana o Vistalegre (Cala Anguila y Cala Mendia) por Porto Cristo Novo. Son auténticas barbaridades y demostraciones de flagrante ignorancia.

–¿Son nombres que han venido para quedarse?

–Algunos tienen una vida corta, otros acaban por institucionalizarse. En Manacor tenemos un ejemplo claro de ello. Se trata del Passeig del Ferrocarril, nombre oficial que sustituyó el término genuino de Sa Moladora, y que ahora se conoce popularmente como del Colesterol, por su transformación en ruta pedestre habitual de la gente que tiene o piensa tener problemas coronarios. Un nuevo cambio de uso como es el del futuro tranvía por esta ruta puede de nuevo cambiarlo.