"Prohibidas las concentraciones de personas que alteren la convivencia". El mensaje es claro en sus dos primeros tercios, pero muy misterioso en el tercero: "Que alteren la convivencia". La advertencia se lee por triplicado en catalán, castellano y catalán al final del Passeig Marítim, cerca de la frontera donde comienzan los dominios del Club de Mar. Se reproduce en dos carteles que están prácticamente pegados -cosas del despilfarro público- y lo firman dos instituciones diferentes: el Ayuntamiento de Palma y Ports de les Illes Balears.

Después de leer por triplicado el texto doblemente oficial persisten las dudas. ¿Cuáles son las personas a las que está dirigido que pueden alterar la convivencia? La proximidad del Club de Mar puede ser una pista. Dado que se trata de un lugar en el que abundan el lujo, los megayates de 30 metros de eslora y los coches de alta gama, el primer riesgo de concentración es de banqueros y hombres de negocios. Una reunión de este tipo puede alterar gravemente la convivencia porque lo primero que se reclama en ellas es el despido libre, bajadas salariales y más horas de trabajo para los empleados. Quizás las autoridades municipales y portuarias pretendan evitar que allí se constituya una especie de Club Bilderberg o se monte una Trilateral que cabree aún más a los ciudadanos.

Un segundo riesgo que se podría prevenir con los carteles es el de una aglomeración de personajes que han hecho estragos en arcas públicas o privadas. Por el lugar han paseado personajes como Luis Roldán, Mario Conde, Jaume Matas y Maria Antònia Munar -por citar dos foráneos y dos autóctonos-, resultaría lógico que el alcalde y el presidente del puerto rechacen una concentración de estos personajes.

Sin embargo, los carteles remiten a una ordenanza municipal. En ella se descubre que quienes alteran la convivencia son los practicantes del botellón. Y sí, en general son guarros y ruidosos, pero probablemente menos peligrosos que los citados anteriormente, que mantienen la libertad para concentrarse.