La Policía Nacional desalojó ayer el edificio abandonado que está ubicado entre las calles Eusebi Estada y Jacint Verdaguer de Palma. Se trata de un inmueble de planta baja y tres pisos que lleva 37 años vacío. Los agentes desplegaron un gran dispositivo y hallaron en el interior del edificio a 12 indigentes de las más diversas nacionalidades: polacos, nigerianos, moldavos, búlgaros, albaneses y griegos. Junto a ellos habitaba un perro y un gato. Los vecinos del caserón llevaban cinco años denunciando incendios constantes, suciedad, ratas, cucarachas, malos olores, peleas y enfrentamientos diarios entre sus ocupantes.

El inmueble es propiedad de la familia Balaguer de Palma que, a principios de este año, interpuso una denuncia ante el juzgado de guardia para instar al desalojo. El pasado viernes el Juzgado de Instrucción número 5 de Palma emitió la orden de expulsión de las personas que se habían instalado sin permiso en el caserón. A primera hora de la mañana de ayer seis vehículos policiales, con unos 20 agentes de la Comisaría del Distrito Centro, tomaron literalmente el inmueble. Accedieron por la calle Jacint Verdaguer, saltando y caminando por encima de las paredes y los tejados. Les acompañaban un operativo policial de respuesta y una unidad de prevención equipados con escudos, cascos y rifles antidisturbios.

En el primer piso encontraron a cuatro nigerianos, mientras que el resto de los indigentes estaban repartidos por las otras dos plantas del inmueble. Sin ofrecer resistencia, los indigentes salieron a las terrazas con sus maletas resquebrajadas donde portaban sus pocos enseres personales. Desfilaron por el tejado y sobre una estrecha pared. Uno de los ocupantes llevaba en brazos a un perro y otro a un gato. Al poco rato fueron introducidos en coches policiales para ser trasladados a la comisaría y allí ser identificados. Durante toda la mañana se procedió a comprobar si estaban en Mallorca en situación irregular y a la espera de pasar a disposición judicial. Se les acusa de un presunto delito de usurpación de bienes.

El inmueble tiene todas las vías de acceso tapiadas, las ventanas sin cristales y en las fachadas se observan gruesas grietas que denotan un estado casi ruinoso. La única vía para acceder a él, que utilizaban los ocupantes varias veces al día, era saltando los muros, caminando unos 50 metros sobre una estrecha pared de 30 centímetros de ancho y trepando por las barandillas de las terrazas traseras. Algunos vecinos explicaron que no entienden como no se produjeron caídas, ya que la peligrosidad del acceso al caserón es muy elevada.

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