José María Rodríguez es el político sin límites autoimpuestos, el único a quien no se puede decir "tú no sirves" o "tú, mejor que no". Se aparta con aparente disciplina pero regresa a la carga con renovados bríos. Su lema sería "un paso atrás, ni para tomar impulso" si tal pensamiento castrista no se encontrara en sus antípodas ideológicas. Basta echar un vistazo a su trayectoria en la vida pública palmesana para darse cuenta de que tiene un magnífico concepto de sí mismo y lo defiende, de cara, de espaldas y pasito a pasito. Frente al carisma, la insistencia y el tesón. Frente a los mirlos blancos, el control férreo de las bases. Hasta que se queda sin oponentes, sólo en el escenario con todo el foco para él. No quiere saber nada de trabajos de fontanería porque aspira a mandar.

Nunca será concejal, dijeron, y lo fue. Nunca será conseller, dijeron, y lo fue. Lo afirmaban, huelga la aclaración, sus propios compañeros y jefes de partido. De manera que si ahora desean convencerle de que no puede ser candidato a alcalde deberán cargarse de argumentos, encuestas, informes y órdenes firmadas por Mariano Rajoy. Porque Rodríguez no se pone límites.