Hay un momento que todo articulista teme. Se produce cuando los lectores saben más que el propio escritor. Y le brindan temas, le corrigen, le tutelan. Entonces, al cronista le entra el secreto escalofrío de si sabrá estar a la altura de quienes le leen. Cada artículo se convierte en una especie de reválida.

Hace ya tiempo recibí un curioso correo electrónico. En él, una lectora, si no recuerdo mal, me emplazaba a buscar nada menos que un elefante en la esquina donde estuvo el bar Güell. La verdad es que yo no suelo transitar por esa zona muy a menudo, de forma que tardé bastante en pasar por aquel lugar.

Recordé el mensaje y me puse a mirar. ¿Un elefante en plena calle Aragó? No veía nada parecido, la verdad.

Santo cielo, ¿qué iba a decirle a mi lectora? ¿Cómo excusar mi torpeza y desconocimiento? Miraba en las paredes, en los escaparates. Pero lo único que llamaba la atención eran las placas que recuerdan las primeras marchas ´a Lluc a peu´ y el monolito de piedra, muy bien tallada por cierto, donde se honra la memoria del desaparecido café que tan entrañable papel tuvo en la historia de nuestra ciudad.

Así que, definitivamente derrotado por la sutileza y la inteligencia de mi lectora, acepté mi fracaso. Había aparcado en una de las calles cercanas y, cuando volví a salir a la calle Aragó, eché una mirada fugitiva hacia la esquina.

De repente pisé el freno, me quedé paralizado. ¡Ahí estaba el elefante! Era cierto.

Porque el monolito que recuerda al bar Güell presenta por su cara noble una superficie lisa, perfecta. Sin embargo, por su reverso conserva las anfractuosidades de la roca original. Y esas, en la parte que mira hacia la izquierda, recuerdan efectivamente la cabezota de un paquidermo y una larga trompa pegada al cuello. Hay que ponerle un poco de imaginación, de acuerdo, y depende también de cómo le llegue la luz. Pero el parecido es remarcable.

De manera que al final todo es cuestión de la forma con que vemos la ciudad. Nuestra organización de la realidad. Todos, en algún momento, hemos visto castillos o gigantes en las nubes. ¿Por qué no iba a haber un elefante en el Güell?