Acudí a visitar el distrito El Castro en San Francisco, como parte de mi recorrido turístico. Sin más. Lo primero que vi, mucho antes de acceder al lugar, en el cruce entre las calles Market y Castro, fue una enorme bandera con los colores del arco iris. Bueno, pensé, este es el sitio. No me he perdido. El lugar no me defraudó, calles agradables y limpias, pequeños negocios con encanto, apetecibles, tanto para comprar como para sentarse a comer o a tomar algo. Una amplia oferta de productos diferentes a lo habitual en pequeños negocios muy cuidados y atractivos a la vista. Nada de todo ello me sorprendió porque era lo que esperaba. Lo había visto antes en alguna otra ciudad. He vuelto a El Castro en varias ocasiones más, pero no especialmente para pasear en sus cuidadas calles, ver sus escaparates o comprar cosas que no puedes encontrar en ningún otro sitio. Volví para vivirlo. Volveré a El Castro para recrear aquello que sí me sorprendió entonces y todavía me sorprende ahora. Las personas. El paisaje humano. Las parejas, jóvenes o mayores, paseando de la mano, cogidas del brazo, o del hombro, comprando en las tiendas, desayunado en alguna cafetería, abrazados en la calle..., charlando en la peluquería, eligiendo ropa para un evento..., leyendo el periódico en el bar. Lo habitual en un barrio cualquiera, para cualquier pareja que se quiere que convive y que no tiene que esconderlo como si fuera algo sucio o peligroso. Nunca había visto una realidad así, tan sencilla, tan cotidiana. Nada que esconder. Mucho que aprender.

Harvey Milk el activista gay autodenominado "el alcalde de la calle Castro", tuvo mucho que ver en la transformación del distrito El Castro en el que vivía y regentaba un pequeño negocio. Efectivamente, tuvo que ver su militancia y activismo político explícitamente gay y su trabajo para dignificar al colectivo y a su barrio. Fue también su pertenencia al equipo de gobierno de la ciudad en 1977, la cual, aunque duró menos de un año (fue asesinado en 1978), fue suficiente para lograr aprobar una ordenanza orientada a promover y proteger los derechos de los gais en San Francisco. El activismo de Harvey Milk, de largo recorrido, sirvió para dotar de sentido de pertenencia y aceptación al propio colectivo gay. A partir de aquí, fue menos difícil normalizar la percepción social del colectivo de lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales, en la actual acepción y acrónimo LGTBI. El paisaje humano en El Castro es el resultado de la libertad de expresión, de la individualidad y de la identidad sexual. La enorme y colorista bandera situada en la plaza de Harvey Milk es el reclamo del orgullo gay. En El Castro y mas allá a partir de entonces, se visibiliza al colectivo LGTBI, se protegen sus derechos civiles y se posibilita la normalización de la vida familiar, social, comunitaria y vecinal.

Las normas legales no cambian, de entrada, ni los usos ni las costumbres respecto a un comportamiento social, en este caso, de fobia y de discriminación contra el colectivo LGTBI. Tampoco modifican la percepción social, pero ayudan. Inician el camino. Muestran la forma de entender la libertad de los ciudadanos y de proteger su derecho a expresarla. Visibilizan la forma de relación a la que debe aspirar la ciudadanía, independientemente de su identidad sexual. La política debe servir para esto, para mejorar la vida de los ciudadanos y ciudadanas de este país, para aspirar a la autorrealización en el sentido de Abraham Maslow, alcanzar ese nivel superior al que debemos aspirar como personas. El Parlament balear ha aprobado hace unos días la ley balear en defensa de los derechos y en contra de la fobia al colectivo LGTBI. Ha sido un gran paso. Una gran noticia. Ahora hay que continuar en esta línea. Trabajar la percepción social, aprender a ver con otros ojos y cultivar la normalización de las relaciones. Ahora hay que trabajar para modificar las actitudes fóbicas, trufadas de contenidos morales biológicos, políticos, sociológicos, e incluso médicos, los cuales necesitan revisarse. Eso será mucho más lento. Hay que hacerlo en casa, en la familia y en la escuela, en la calle, en la vida relacional allá donde se produce. El camino ya está creado. Bienvenido.

* Catedrática de Universidad de la UIB