En el curso académico 1976-1977, junto a más de 200 estudiantes, tuve la oportunidad de iniciar mis estudios de medicina en Palma. Era el segundo año en que se podía estudiar primero de medicina en Balears, como unidad docente delegada de la Universidad Autónoma de Barcelona. Durante ese curso, un grupo de compañeras y compañeros luchamos para intentar conseguir la implantación progresiva de dichos estudios en Balears, pero esa lucha fue infructuosa.

Al iniciar el siguiente curso académico, esta vez en Barcelona, el grupo de Balears había mermado considerablemente. Más de la mitad del alumnado no pudo continuar sus estudios de medicina por motivos diferentes, aunque el más recurrente era la falta de recursos económicos para desplazarse y residir en Barcelona. Las matrículas no eran escandalosamente caras y una gran parte del alumnado podía abonarlas; no obstante, residir en Barcelona implicaba una serie de gastos inasumibles para la mayoría de las familias.

Evidentemente, las circunstancias han cambiado mucho. Ahora no existen distritos universitarios fijos, existe un numerus clausus, aunque prefieren denominarlo punto de corte como proceso selectivo de entrada. Todo eso conlleva una gran movilidad a la hora de elegir el centro donde formarse, lo que origina a su vez un elevado coste económico que deriva en una tremenda inequidad e injusticia social. Con un agravante adicional, ahora matricularse en medicina sí supone un gasto muy elevado al que no todas las familias pueden hacer frente.

Esos datos evidencian que estudiar medicina presupone un cierto elitismo económico. Cabe señalar que muchos detractores de la facultad de medicina, en las actuales circunstancias, hoy no serían médicos.

He leído buena parte de lo que se ha escrito sobre el tema de la facultad de medicina en la UIB, todo sería imposible. Algunos comentarios me han llamado poderosamente la atención. Así, algunos de mis colegas, además de su especialidad médica, parecen tener poderes adivinatorios y osan predecir un futuro un tanto apocalíptico: la calidad docente será muy baja, la investigación será únicamente de posgrado y sometida a la industria farmacéutica, bajará el sueldo de los médicos, sobrarán médicos, los docentes "disminuirán" la atención a sus pacientes debido al tiempo dedicado a las clases y la investigación, la formación será exclusivamente científico-técnica, pero carecerá de componente humano, y no dispondrá de un área formativa en Atención Primaria de Salud, a diferencia del resto de facultades de medicina.

No faltan planteamientos ilógicos que comparan la creación de la facultad de medicina con el arreglo de una puerta de urgencias de Son Espases, aunque sin duda el colmo de lo absurdo es proponer a la ciudadanía una disyuntiva entre contar con una facultad de medicina o bien acabar con las listas de espera? ¡Sin comentarios!

No voy a entrar en argumentos técnicos, económicos o de progreso, entre otros. Como médico epidemiólogo, totalmente comprometido con la epidemiología social, reconozco la importancia que tienen la efectividad y la eficiencia en cualquier medida, intervención o proyecto, ahora bien considero que hay que priorizar la equidad y la justicia social.

Para mí la facultad de medicina es un derecho o un servicio que este Govern y la UIB ofrecen a la sociedad. No se trata de obligar a nadie a estudiar medicina aquí, pero las personas que deseen cursar esos estudios, tienen derecho a contar con ese servicio. Una última reflexión personal, ¿habré dejado de ser un radical de izquierdas dado que no estoy en contra de la puesta en marcha de la facultad de medicina de la UIB?

* Médico epidemiólogo en el Hospital de Son Llàtzer