Hemos asistido con asombro a las sesiones de investidura de un candidato a formar gobierno marcadas, en todo momento, por la nula intencionalidad de encontrar una salida que conduzca a un gobierno de cambio y progresista. Los posicionamientos de los líderes políticos han respondido más a intereses tacticistas, con la mirada puesta en la repetición de las elecciones, que a la comanda de constituir un gobierno que afronte los retos que tenemos como sociedad.

El Partido Popular ha intentado ganar tiempo con un candidato que renuncia al encargo del jefe del Estado de formar gobierno. El partido socialista llega a un acuerdo con Ciudadanos que implica quedarse muy lejos de la mayoría necesaria, pero que le sirve para presionar a Podemos. Ciudadanos aprovecha el envite para ganar centralidad y protagonismo, con un acuerdo que sabe está condenado al fracaso. Y Podemos dando la impresión de estar más por la labor de dinamitar puentes que de construirlos.

Pero todos ellos han adoptado una estrategia equivocada, porque no se podrá formar un gobierno estable y creíble en España que huya de abordar el problema territorial, con su máximo exponente en Cataluña, pero al que se sumará con fuerza Euskadi.

Esta estrategia, de deliberada omisión de las prioridades, nos puede llevar a una situación insostenible, pues todos han dejado en un segundo plano lo realmente necesario: formar un gobierno. El 20D la ciudadanía dejó claro que quería un cambio; con un resultado electoral que aboca, de manera irremediable, a un pacto transversal que conjugue dos ejes: el que va del unionismo al independentismo y el clásico de izquierdas y derechas. Querer resolver la incógnita obviando la primera variable, hoy por hoy, solo puede derivar en el fracaso. A Podemos, la fuerza más votada en Cataluña y Euskadi, se le dio el mensaje que tenía que ser el puente no nacionalista con España, para poder desatascar una situación de bloqueo y parálisis en la que nos ha sumido el Partido Popular; por lo tanto, la sesión de investidura ha sido más que un fracaso, un fraude al electorado, donde ninguno de los actores ha asumido el papel que tenía encomendado por la ciudadanía; donde Rajoy siendo el candidato de la formación más votada renuncia a ese papel protagonista; en el que Sánchez desiste del rol de líder, en una España que se descompone territorialmente, y no hace referencia al problema territorial en ningún momento, salvo para negar a Catalunya el referéndum y demonizar a los catalanes, proyectando una imagen negativa de ellos; e Iglesias, por su parte, establece un perímetro de seguridad en torno a Sánchez, pensando más en la repetición de los comicios en un tono más mitinero que de hombre de Estado que en los problemas de España.

Problemas, como el paro, la corrupción, la desigualdad, la pobreza, y un largo etcétera, son los que realmente preocupan a la ciudadanía, pero que no empezarán a solucionarse hasta que nuestros políticos entiendan que hay que dejarse de tácticas y pongan en marcha una estrategia que priorice la necesaria convivencia territorial, cerrando los conflictos con una solución política, social, cultural y económica que sea la base sólida sobre la que se asiente el proyecto de país que queremos para los próximos cuarenta años.

* Secretario General de CC OO Illes Balears