Tuve la fortuna de conocer a Albert Jovell hace muchos años, en Menorca, una noche gélida de invierno con lluvia y viento de tramontana, los dos participábamos a la mañana siguiente en un curso sobre guías de practica clínica organizado por el Colegio de médicos insular, nuestros aviones llegaron con mucho retraso y nos saludamos en la recepción del hotel, era tarde y cenamos un sándwich en la cafetería, tuve mucha suerte, aquellas circunstancias adversas de frío y viento, hicieron que pudiera conocerlo y disfrutar de más de dos horas de una gratificante conversación refugiados en el salón del hotel. Enseguida me di cuenta que eran una gran persona, alguien especial y de quien aprender mucho, alguien con ideas innovadoras y con una formación humanística extraordinaria. Jovell era un joven y brillante médico, doctorado en salud pública por Harvard y era también sociólogo, una combinación entre ciencias y humanidades que estuvo siempre presente en su discurso de alto nivel intelectual. Luego supe que le acababan de diagnosticar cáncer, solo me adelantó que no había estado muy bien y que le estaban haciendo "muchas pruebas", ya en aquel momento reflexionó sobre la importancia de la medicina basada en la evidencia y al mismo tiempo la importancia de la formación del médico en ética en una sociedad moderna. De aquel encuentro nació una gran amistad. Posteriormente y durante muchos años Jovell, demostrando su gran generosidad, acudió en muchas ocasiones a dar conferencias a Palma, en la sede del Colegio de Médicos y en muchos otros auditorios, dirigió para los médicos de Baleares cursos sobre temáticas de gran importancia de las que los médicos españoles conocíamos poco y que desde luego no nos habían enseñado en la facultad: sobre la relación médico-enfermo y el respeto a la autonomía del paciente, sobre consentimiento informado y testamento vital, sobre la Confianza basada en el rol de profesionales competentes que además deben saber respetar y cuidar al paciente, y un excelente curso sobre Liderazgo que impartió junto a profesores americanos y españoles en la Universidad de Harvard en EEUU. Su mente era abierta y brillante, fue un hombre culto, ilustrado, y a la vez sencillo y humilde, y que defendía que cada uno de nosotros le debe mucho a la sociedad y que por ello hay que devolver esta deuda haciendo bien nuestro trabajo, en el caso del médico curando y cuidando de los pacientes. Fue un ejemplo de cómo enfrentar una enfermedad grave como el cáncer, y exigente con el sistema sanitario: "es justo y necesario defender este sistema de salud que tenemos que da seguridad y protección a todos los ciudadanos con indiferencia de su enfermedad, nivel socioeconómico, edad o procedencia", pero siempre abierto a colaborar, "a los políticos hay que exigirles pero también hay que ayudarles". El doctor Jovell puso al enfermo en el centro del sistema de salud y presidió durante años el Foro Español de los Pacientes con cerca de un millón de asociados, inauguró una sede de la Universidad de los Pacientes, que también presidía, en el Colegio de Médicos de Baleares, que permaneció muy activa durante años y ofreció formación permanente a los pacientes, familiares, y voluntarios con una prolífica actividad docente.

Albert Jovell, falleció el pasado 26 de noviembre a la edad de 51 años siendo el director del Instituto de Salud Pública de la Universitat Internacional de Catalunya, fue y seguirá siendo para muchas generaciones un testimonio ético, una guía para los pacientes, para los médicos y para los políticos de bien.

El sello de su bonhomía y generosidad han hecho mella en todos los que lo conocimos. Nos queda su recuerdo y su legado que debe ser un referente para toda la sanidad y para defender y ayudar a mejorar un Sistema Nacional de Salud público, universal y equitativo para todos.

Descanse en paz Albert Jovell.