No deja de ser curioso que el antiguo Alto Representante del Consejo para la Política Exterior y de Seguridad Común, Javier Solana, esté hoy más presente en el escenario diplomático del Próximo Oriente que su sucesora la baronesa Catherine Ashton, el más obvio prototipo de burócrata de Bruselas, sin duda muy bien dotado pero perfectamente inútil para ejercer cualquier liderazgo que requiera iniciativa y decisión.

Van Rompuy, el otro eurócrata gris que rige nuestros destinos con el rimbombante cargo de presidente de la Unión „nada menos„, es el paradigma de la inanidad que rige los destinos federalizantes, pero al menos este ciudadano belga „no podía ser de otro país mas asexuado y calmo„ aparece en las reuniones de sus pares y dice las banalidades de rigor. Pero Ashton ha desaparecido, simplemente. Si se recurre a los buscadores de información, se constata que no se ha muerto, que participa en algún protocolo irrelevante pero los medios ya no se ocupan de ella. No está, sencillamente, ya no circula por el imaginario colectivo de la Unión Europea.

Estas evidencias terminan de desacreditar la idea de Europa ante la sociedad civil de nuestros países, que, además de achacar a tal pertenencia los sacrificios que se nos imponen, observa cómo los jefes de Estado y de gobierno designan para las instituciones comunitarias a funcionarios planos que sean, eso sí, incapaces de proyectar cualquier sombra o de adoptar alguna iniciativa.