La deuda española está actualmente en condiciones de iliquidez, ya que se realizan muy pocas operaciones, que consiguen mover la prima de riesgo de forma desbocada y sin control. El pasado viernes, por ejemplo, cuando el indicador subió vertiginosamente, se realizaron apenas 15 operaciones, cuando en circunstancias normales se producen 50 o 60 operaciones con un volumen de 200 a 300 millones de euros. En estas condiciones, sólo vende quien está apremiado, y por tanto dispuesto a hacerlo a cualquier precio. Esto explica las fuertes oscilaciones, que sólo cesarán si cambian las condiciones. Esto es, si las instituciones europeas respaldan explícitamente la deuda o si España acepta alguna fórmula blanda de rescate. En tales circunstancias, a pesar de la relativamente fácil colocación ayer de más de 3.000 millones de euros, es arduo para el Tesoro español conseguir recursos en las subastas de bonos, que, por cierto, no se reanudarán hasta septiembre, lo que da un margen de maniobra

En un estado federal, el banco central

—el BCE en nuestro caso— asumiría espontáneamente las funciones de estabilización, comprando deuda de forma ilimitada, lo que acomodaría la oferta a la demanda y desanimaría a los especuladores. Ello significaría de facto una mutualización de la deuda, rechazada por los tratados actuales, que otorgan al BCE funciones muy limitadas relacionadas con la estabilidad de precios (control de la inflación). Es cierto que en un determinado momento el BCE salió informalmente a los mercados a adquirir deuda española e italiana, pero según todos los indicios esta política ha cesado. Pero, como acaba de recordar Joaquín Almunia, no debe olvidarse que una de las conclusiones de la cumbre del Eurogrupo de 29 de junio pasado (1) abría la puerta a que el nuevo mecanismo de rescate, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE o, en inglés, ESM), que debía haber entrado en vigor el 1 de julio pero que no lo hará hasta septiembre, compre deuda en los mercados secundarios. Dicho fondo estará inicialmente dotado con 700.000 millones de euros (el anterior fondo, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEF o, en inglés, EFSF), estaba dotado con 440.000).

Así las cosas, parecería lógico que el Gobierno español centrara sus esfuerzos, en interesada sociedad con Italia —que tiene un problema semejante—, para conseguir que el fondo europeo en vigor saliera a los mercados para estabilizar la deuda. Es seguro que dicha intervención blanda no se llevará a cabo si no media petición formal de Madrid y de Roma y si no se firman los correspondientes memorandos de conformidad, pero también lo es que la condicionalidad no debería cambiar mucho de la actual: España e Italia, con sus sistemas productivos a medio gas, tienen gran capacidad de crecimiento y las respectivas convergencias hacia la estabilidad están aseguradas. Claro es que la adopción de esta vía sólo tendría un efecto psicológico favorable sobre los mercados si se emprendiera con cierta solemnidad, con la aquiescencia expresa del núcleo duro de la UE. En concreto, París, que ha desaparecido del panorama europeo desde poco después del aterrizaje de Hollande, debería desempeñar un papel impulsor en esta empresa, que podría otorgar la tranquilidad suficiente para que los países más afectados por la crisis pudieran recomponer la figura, ultimar las principales reformas y poner de una vez la mirada en las políticas de crecimiento, sin las cuales no sólo no se saldrá de la depresión material y psicológica sino que no se recaudará fiscalmente lo bastante para cumplir los planes de estabilidad adoptados.

(1).- http://www.consilium.europa.eu/uedocs/cms_data/docs/pressdata/es/ec/131362.pdf