Quizás tengamos una imagen equivocada de la comunidad educativa. En los últimos meses en los medios de comunicación y en las redes sociales han ido expresando su opinión personas que pertenecen a la comunidad educativa y otros que no. La mayoría de los que han expresado su opinión lo han hecho para criticar y censurar las reestructuraciones en educación, y el derecho a la libre elección de lengua en la primera enseñanza. Sus opiniones, de obligado respeto, a menudo vienen acompañadas de propuestas de actuación, la mayoría en este caso no tan respetables, ya que o bien no respetan la legislación vigente aplicable o bien y sobretodo por implicar a los alumnos.

Como maestra me repugna que se utilice el ascendente del docente sobre su alumno para implicarle en reivindicaciones. Puede que en algunos casos los actos reivindicativos hayan incurrido en irregularidades administrativas, el derecho a manifestarse está regulado desde hace muchos años, espero que sus promotores no utilicen esta irregularidad para provocar a la administración competente y así tener más cobertura mediática, y mostrarse como las víctimas y mártires cuando saben perfectamente los trámites administrativos que se requieren.

En otras ocasiones han ido más lejos que la simple irregularidad administrativa, sobre este aspecto la administración competente ha empezado a actuar y nada tengo que añadir.

La gran diferencia entre el buen profesional docente, lo que considero es la inmensa mayoría de nuestra comunidad educativa, y este mínimo grupo, es la utilización de su posición como docentes sobre los alumnos para arrastrar a estos a unos actos reivindicativos. La inmensa mayoría del cuerpo docente piensa como yo: implicar a los alumnos —casi todos ellos menores de edad— es algo aberrante y despreciable, utilizar el ascendente que tiene un maestro para colgarle un lazo a un niño es del todo reprochable.

"Mamá no quería que el profesor me cogiera manía", le explicaba un niño a su madre cuando al llegar a casa su madre le preguntaba por el motivo de llevar un lazo en la camiseta.

Hace unos días se ha condenado a un menor por cortarle los frenos al coche de una profesora, en este caso hay daños materiales y podrían haber existido daños personales visibles. De lo evidente y palpable nos hacemos una idea muy clara, pero acaso no es comparable a la coacción y adoctrinamiento en los centros por parte de una minoría hacia los alumnos. Unos cortan frenos, rompen retrovisores y rayan el coche de sus profesores, los otros cortan la libertad de expresión, aprovechándose de su ascendente para inculcar valores que rompen la impoluta y aséptica relación entre el profesor y el alumno dejando rayado el caparazón de la libertad y la independencia sobre la cual deben crecer nuestros ciudadanos más desprotegidos.

De todo esto, tal como he dicho en muchas ocasiones, tan solo es partícipe una minoría, existe una gran mayoría de profesionales docentes que estando o no de acuerdo con las medidas coyunturales adoptadas, que, primero jamás implicarían a los alumnos en sus reivindicaciones, y segundo realizan su trabajo con los medios que les son asignados intentando que los alumnos sean los menos afectados por los recortes, supliendo con su esfuerzo personal y vocacional la falta de recursos, en colaboración con la administración de su centro y de la Conselleria.

Es una estrategia electoral que le ha funcionado bien al PSOE otras veces, en la calle me han dicho de todo. Los mismos organizadores de las acciones reivindicativas se mantenían callados cuando el pacto de izquierdas reducía en más de 11 millones de euros la partida para personal docente de publica un año y al siguiente se reducía su sueldo entre un 5% y un 10%, lo que provocó recortes en la contratación de personal, subida de ratios, incremento de horas lectivas y un largo etcétera. Todo ello en la pasada legislatura, pero claro: "Son los nuestros, por lo tanto nada de salir a la calle".