Pedid y se os dará. Aunque la Biblia no matiza plazos, tiempo y forma, promete justicia. Y la justicia en nuestros días se traduce en pasta gansa. Una de las top models más importantes de los 80 y 90, Linda Evangelista, ha esperado cinco años para interponer una demanda de manutención contra el padre de su único hijo, Augustus, por un importe tan desorbitado que ha marcado un récord de cotización a un tiro de piedra de la agobiada Wall Street. En el supermundo de focos y flashes acostumbrado a los divorcios multimillonarios, bienvenidas sean las nuevas paternidades opulentas. Nadie dudaba de que la maniquí canadiense que se vanagloriaba de no levantarse de la cama por menos de 10.000 dólares lograría su propósito de muchos dígitos, pero incluso en el universo paralelo del lujo y la moda, el rentable paseíllo de Evangelista por los juzgados ha despertado incredulidad y más de un silbido de admiración. Como en sus mejores épocas sobre la pasarela. Sólo le han hecho falta sus armas de seducción, sin declaraciones explosivas o exclusivas. Su porte glacial de mamma dispuesta a todo y la mera promesa de un escándalo global si abría los apretados labios ha llevado a los antaño amantes a un acuerdo mucho más cercano a la propuesta de la madre que a la de su oponente.

El contrincante es el marido de otra. El millonario francés François-Henri Pinault, consejero delegado del exclusivo emporio que agrupa Gucci, Yves Saint Laurent, Alexander McQueen y Bottega Veneta casi simultaneó su fugaz noviazgo de cuatro meses con Linda Evangelista con el enamoramiento de la actriz mexicana Salma Hayek, con quien acabó casándose en Venecia tras romper su compromiso cuando la canadiense evidenció su embarazo, y con la que tiene una hija casi de la misma edad que Augustus. Esta niña es el rasero que Linda usó en su demanda de manutención, pidiendo para su primogénito exactamente los mismos bienes de que goza la pequeña Pinault-Hayek, traducibles en 36.000 euros mensuales para sufragar viviendas, colegios de elite, niñera y chofer armado las 24 horas del día. En la primera vista del juicio, Evangelista reveló que Pinault le rogó que abortara, extremo que él matizó alegando que "le dejó bien claro que no pensaba ejercer de padre". Todos estos detalles de un romance corto que no fue, sin embargo secreto, sumados a los ya conocidos de la petición de manutención que dejan entrever el elevado, por no decir estrambótico, tren de vida de la modelo en Manhattan resultan difícilmente conjugables con el halo de misterio y silencio que siempre ha cultivado, y que le funciona de maravilla. Incluso en el momento de su hierático acceso a los juzgados neoyorquinos.

Bienaventurados los que buscan justicia. Linda conoce al dedillo los resortes de su profesión como modelo y también como Evangelista. Sigue valiendo más con la mirada felina y el gesto de esfinge encima de la pasarela, que molestando y hablando más de la cuenta en la primera fila de todos los desfiles parisinos, ahora, luego, y en las próximas décadas. Un brillante magnate de la moda como Pinault lo sabe y prefiere pagar una fortuna para tener el negocio en paz.