Centenares de miles de inversores han visto atrapados sus ahorros por las participaciones preferentes, un producto comercializado por las entidades financieras sin fecha de vencimiento y cuya rentabilidad depende de los resultados del banco que las emite. Más de 700.000 clientes, según la asociación de usuarios de banca Adicae, compraron este activo financiero bajo el reclamo de su alta rentabilidad sin caer en la cuenta de que les iba a ser muy difícil recuperar la inversión cuando vinieran mal dadas.

Las participaciones preferentes son un instrumento parecido a las acciones pero sin derechos políticos cuya remuneración oscila en función de los beneficios de la entidad emisora. Se trata de un producto de ahorro de carácter perpetuo que ni se cancela ni se amortiza, de forma que la recuperación del ahorro solo puede obtener a través de su venta en el mercado secundario y su valor real oscila en función de su cotización en el momento del intercambio.

La crisis financiera ha provocado que muchas entidades hayan dejado de pagar los intereses al registrar pérdidas sin que los clientes puedan recuperar la inversión realizada. Se estima que desde 1998, cuando comenzaron a comercializarse en las oficinas bancarias, las entidades han captado al menos 26.926 millones de euros de los ahorradores con las preferentes. Adicae sostiene que muchos clientes no fueron informados de las características exactas del producto financiero.

Entidades que han registrado pérdidas como la CAM o el Banco de Valencia han dejado de abonar el cupón y han soliviantado a los compradores de preferentes, que se encuentran con un producto no cubierto por el Fondo de Garantía de Depósitos, y cuyo valor líquido en el mercado secundario está muy por debajo de la inversión inicial por la ausencia de demanda. La CAM captó entre 2001 y 2009 casi 1.400 millones de euros en preferentes, mientras que el Banco de Valencia lanzó en 2006 una emisión de 170 millones de estas participaciones perpetuas.

Una forma de recuperar ahorro. Los nuevos requisitos de capital impuestos por las autoridades europeas y el Gobierno de España para las entidades financieras se han convertido en la única salida para los ahorradores que quieren recuperar dinero. Las preferentes no computan como capital básico, de forma que muchas entidades se han lanzado a canjearlas por acciones y obligaciones convertibles en acciones, que sí permiten cumplir los requisitos del denominado ratio Tier 1. Las ofertas de los bancos no cubren normalmente el valor nominal de la participación preferente.

El problema de este intercambio es que puede tener un efecto colateral sobre los accionistas anteriores, ya que de hecho supone elevar el número de acciones en circulación y, por tanto, disminuir los dividendos derivados de futuros beneficios. Esta circunstancia presiona a su vez a la baja el valor en bolsa de los títulos, lo que reduce la liquidez de la inversión de los accionistas tradicionales.

Los analistas ya han advertido de que a la hora de fijar los precios objetivos de las acciones en sus recomendaciones de compra van a tener el cuenta los canjes de preferentes y la puesta en el mercado de nuevos títulos.

Sin embargo, algunas entidades sostienen que el intercambio beneficia a todos porque permite cumplir los requisitos y por tanto aumentar la solvencia de los bancos, lo que repercute positivamente en su valoración.