Josep Ramoneda, en uno de sus atinados artículos, ha puesto de manifiesto que a veces la justicia de este país yerra en los tiempos, es extemporánea. Con respecto a la sentencia de Otegi (en realidad, el artículo versa sobre el "caso Faisán"), escribe que "da la impresión de que se ha dictado una sentencia para tiempos que ya han pasado, cuando el País Vasco ha entrado ya en otra etapa política".

Algo de eso hay, en efecto, pero con una particularidad: la sentencia sobre Otegi, evidentemente desproporcionada una vez que todos sabemos que este antiguo dirigente de Batasuna ha optado por la vía política de la paz, se corresponde con unos tiempos en que ETA estaba activa, dispuesta a seguir utilizando la violencia con fines políticos.

Sin embargo, los tribunales no yerran del todo: ETA sigue activa y nadie sabe a ciencia cierta si continúa dispuesta a seguir utilizando la violencia con fines políticos. Sólo desde el momento en que ETA declare solemnemente su desaparición con pruebas fehacientes podrá acusarse a los tribunales de extemporaneidad. Y matizar sus sentencias con las medidas de gracia que resulten adecuadas.