En 1988 Michael Apte dirigió la película Gorilas en la niebla. En ella Sigourney Weaver, como protagonista, recreaba la vida y muerte de Dian Fossey, una zoóloga que empeño su existencia en la protección de una especie de gorilas en extinción, que apenas sobrevivía en las altas cumbres de Ruanda, algunos más en Congo y Uganda. Veinticinco años después del asesinato a machetazos de Fossey, la militarización de la selva, las minas de coltan y sobre todo la caza furtiva, siguen constituyendo las principales amenazas de ese ecosistema.

El recuerdo de los sucesos acaecidos a esta raza de simios denostada, acosada y perseguida, viene al caso por su similitud con otra, cuya merma o desaparición hará que cambie el mundo que conocemos casi desde que los herederos de los homínidos poblamos la tierra.

De hecho, tomando un café me contaba un empresario venido a menos los problemas que tuvo para conseguir una marquesina nueva que diera credencial a su disminuido negocio. Tras meses de espera, el herrero elegido le relató que había tenido que cerrar, que la maquinaria acumulada por tres generaciones, léase tejido industrial, la había vendido a peso por 1.735 euros, también otras menudencias como que esa semana le subastaban la casa y el martes siguiente la de sus progenitores por avalar el negocio, y ahora absolutamente compungido buscaba trabajo desesperadamente. Fue la primera vez que aquel hombre representante como pocos de esa raza de echados para adelante, luchadores, trabajadores, valientes y optimistas no le amenizó con un par de buenos chistes. El segundo herrero al que recurrió, también cerró, facturaba poco y cobraba menos. El pedigrí que exhibía, hizo que los despidos mermaran considerablemente su patrimonio. Dijo adiós a la mala vida y se esfumó al grito "de esta agua jamás beberé", versión clásica del nunca mais.

Como seguía sin marquesina y aún con menos ganas de traer la desgracia a un tercero con tanto gafe, la solución que vislumbró mi amigo fue acudir a un empresario previamente quebrado, al que ya no le pudiera deparar mayor desgracia y que sobrevivía a salto de mata entre la niebla. Acabamos el café y él siguió su ascensión a las nubes como tantos otros sobrevivientes empujados por unas cotizaciones sociales disparatadas, unos sindicalistas enemigos del empleo, empeñados en evitar la flexibilidad laboral, un absentismo laboral de Guinness World Records, sueldos que suben al margen de la productividad, la desaparición del crédito al consumo y a la inversión, una administración tan intervencionista como inútil, cara y plagada de duplicidades absurdas, que además no paga las facturas cuando toca, una ruptura del mercado único por mor del nacionalismo suicida y unos políticos que a base de mentiras, nos pastoreaban hacia el precipicio.

Aquí en las islas también negaron la crisis, después le echaron la culpa a los de fuera y se cruzaron de brazos a esperar que los de fuera recompusieran la situación. El legado que recibimos de tanta inacción son las peores cifras de nuestra historia, la peor tasa de paro del país, la mayor deuda y el mayor índice de fracaso escolar con lo que el Pacte de Progrés nos deja asegurado el peor futuro, incluso sin necesidad de que para ello tengan que volver a gobernarnos.

Estos días se están sucediendo las tomas de posesión de los nuevos cargos electos del Partido Popular y en todos sus discursos tanto Bauzá, Salom como Isern priorizan el objetivo de la recuperación económica de nuestra sociedad y eso pasa por la recuperación de esa raza especial que son los empresarios, me niego a utilizar emprendedores, empresarios sin estigmatizar, del tamaño que sean pero con todas sus letras y bemoles, que arriesgan familia, salud y hacienda. Hay que recuperarlos creándoles el hábitat adecuado, porque de esta raza singular depende toda, absolutamente toda nuestra recuperación económica. No permanecer con los brazos cruzados como dice Mateo Isern, que nuestro año tenga 365 días como proclama Salom y no perder el tiempo en tonterías como promete Bauzá, pasan de obviedades a la mejor declaración de intenciones. Los hechos lo confirman; eliminación de trabas administrativas, colaboración con la universidad, incentivos fiscales a las microempresas, adelanto de prestaciones de paro para convertirse en autónomos, pagar las facturas con el dinero que antes se perdía en sospechosas subvenciones a pancatalanistas, sindicatos, etc…, son el anticipo de lo que vendrá. "Machetazos" contra la voluntad de la mayoría, no faltarán.