El grito de guerra de nuestros ancestros en sus luchas de la Reconquista contra los árabes, usado con profusión en la batalla de las Navas de Tolosa y recuperado por Ramiro de Maeztu para su revista "Acción Española", puede valer, convenientemente adaptado, para describir las corrientes actuales que impulsan los designios de la Unión Europea, hoy en franca involución con el pretexto de la crisis, y de la que han desaparecido todos los impulsos regeneracionistas y modernizadores.

Primero ha sido la reforma de Schengen para que no se extienda con facilidad la "contaminación" migratoria. Después, la noticia, insuficientemente desmentida, de que los navíos de guerra de la OTAN, el brazo militar de nuestras democracias, miran hacia otro lado cuando pasan cerca de pateras con inmigrantes en peligro de muerte que huyen de las guerras y de las hambrunas del Norte de África.

A este paso, quienes consideramos en su momento la integración en Europa la condición sine qua non de nuestra incorporación a la historia no tendremos más remedio que rectificar y que adoptar como lema la salida de la mediocridad comunitaria para recuperar los valores originarios de nuestro humanismo liberal.