El mal existe, qué duda cabe, y esta evidencia ha de ser aceptada aun por los agnósticos que dudamos de todo, hasta de la trascendencia. El ser humano debe tener alguna patología congénita que le inclina a veces a perjudicar a sus semejantes de manera gratuita, a hacer ostentación de su capacidad para sembrar dolor y desolación. Probablemente uno de los ejemplos modernos más llamativos del mal por el mal, del mal por simple placer sádico, es el de los virus informáticos. Miles de perturbados expertos dedican su ocio a invadir la red de Internet de elementos patógenos, a veces para obtener un provecho, en la mayoría de las ocasiones tan sólo por el malsano afán de fastidiar. Se ha sabido que el accidente de Spanair de hace dos años hubiera podido probablemente evitarse si el ordenador central de la compañía no hubiese estado contaminado por "troyanos". Por esta causa, no fue capaz de detectar a tiempo que el avión después siniestrado tenía tres averías simultáneas que lo inhabilitaban para volar. Los causantes de aquel fallo fueron, pues, responsables directos de 154 muertes. No parece probable que la Justicia logre sentarlos en el banquillo pero sí es ocasión de que la comunidad internacional reflexione sobre la necesidad de perseguir sistemáticamente y con la mayor dureza a esta clase abyecta de criminales.