"Que otros se enorgullezcan por lo que han escrito, yo me enorgullezco por lo que he leído", anotó en una ocasión el gran Jorge Luis Borges. Sin duda es así, pero yo añadiría de inmediato que me enorgullezco aún más de mis amigos. Uno de ellos, Marc Garrigasait, presidente de Koala Capital Sicav, apuntaba hace unos días en su blog la siguiente reflexión: "En mi opinión, deberíamos llevar a emprendedores nacionales e internacionales de éxito a dar charlas en las escuelas y en las universidades continuamente. Nadie que sale de la escuela o de la universidad [en España] quiere montar ningún negocio y esto es absolutamente catastrófico." La tesis de Marc es que un país sin emprendedores es una sociedad abocada al fracaso dentro del contexto global de hoy, cada vez más competitivo. Su post adjuntaba un informe del GEM (Global Entrepreneurship Monitor) que me pareció realmente curioso. En el informe se leía que, entre las sociedades con mayor miedo al fracaso, se encuentran Francia, Japón y España. Si tenemos en cuenta que se tratan de sociedades envejecidas tampoco debería causar tanta sorpresa. La estrecha relación entre la prosperidad de un país y su potencial demográfico, aunque evidente, todavía no ha sido subrayada lo suficiente.

Pero las palabras de Marc me hicieron caer en la cuenta del número de amigos míos que han optado por abandonar una vida profesional cómoda para seguir la complicada senda del emprendedor. Marc Garrigasait sería un buen exponente de lo que cuento – antes de la lanzar su Sicav, fue Director de Inversiones en Caixa Catalunya -, pero no el único. Pienso ahora en Vicente Varó, alicantino y compañero de Colegio Mayor, que abandonó su cargo de redactor en un periódico económico nacional para convertirse en community manager de una de las start-up más exitosas del país: la red social de inversores Unience. O pienso en Enrique Borrajeros y José Ramón Iturriaga, socios y fundadores de Abante Asesores (José Ramón, después de ser considerado hace unos años el mejor gestor español de renta variable por Citywire, gestiona además uno de los más prestigiosos fondos de inversión que conozco, Okavango Delta). Y pienso también en dos muy buenos amigos con los que compartí gran parte de mis años universitarios. Me refiero a Luis Miguel Solano, que se marchó de Planeta para fundar y dirigir Libros del Asteroide, y José Daniel Cosgaya, que abandonó el BBVA para lanzar Bucolic, una empresa de gestión de hoteles rurales en el norte de España de la que es Consejero Delegado.

¿Por qué hablo de todos ellos? Pues porque representan una parte significativa de lo mejor de nuestra sociedad. Cualquiera de ellos podría haber elegido un camino que paga mejores dividendos a corto plazo, por ejemplo especulando como han hecho tantos otros. Pero por el contrario, sus biografías, plagadas de éxitos y de fracasos, nos demuestran que perseguir la realización de un sueño vale la pena. Y que gracias a ellos –y a los científicos, y a los escritores, los artistas o los misioneros–, el mundo es, puede ser, un poco mejor.