Son tiempos rápidos. Las etiquetas antiguas ya no valen, y cada día se crean nuevas: lesbiana, gay, transexual, transgénero, queer, demisexual, pansexual, cisnormativo, agénero... Las nuevas generaciones demandan cada vez más desarrollarse y nombrarse de otras maneras, diferentes a las ya existentes, y se atreven a hacer valer sus derechos a expresarse libremente si se encuentran en climas y entornos que lo favorecen. Y la escuela o el instituto es el principal entorno de los menores.

Así lo señala Melanie Penna, psicóloga, doctora en educación y profesora de la Universidad Complutense especializada en cómo atender la diversidad afectivo-sexual en los centros educativos, que pone sobre la mesa un dato revelador: "Según, los últimos datos del INJUVE, un 20% del alumnado de Secundaria no se identifica como heterosexual, ha aumentado diez puntos", indica, "¿No identificarse como heterosexual significa que eres trans? Tampoco".

"Las definiciones nos pueden atrapar", añade y advierte Luis Puche, antropólogo social e investigador en la Universidad Autónoma, especializado en la diversidad sexual y de género en los centros: "Cada día encontramos realidades que nos sorprenden, hay que tratar de etiquetar lo mínimo posible y ofrecer un ambiente de seguridad para que toda identidad y circunstancia personal pueda ser expresada sin violencia".

Puche y Penna aterrizaron ayer en Palma para ejercer de formadores en un taller dirigido al profesorado sobre la diversidad sexual y de género y el protocolo transexual; un curso organizado por el Institut per a la Convivència i l'Èxit Escolar (Convivèxit). Marta Escoda, su directora, asegura que hay mucha demanda de formación sobre este tema: "Ha eclosionado, antes se pedía mucho sobre el bullying, y ahora sobre los menores 'trans".

Ambos expertos señalan que España es un país "pionero y puntero" en cuanto a normativas e investigación sobre cuestiones de diversidad afectivo sexual y de género. Y eso ya se nota en la actitud de alumnos y profesores cuando hay un alumno 'trans' en el aula. Argumentan que la clave es que en el centro haya un "clima"que favorezca la expresión de la diversidad y razonan que si los alumnos ven repuestas positivas de sus profesores e implicación institucional, ellos a su vez lo absorben.

¿Cómo se crea ese clima? Ambos hablan de toda una serie de buenas prácticas, empezando por permitir a los menores que usen los espacios sexuados (baños, vestuarios...) según el género con el que se identifiquen. Además, recomiendan revisar las bibliotecas y los libros utilizados en el centro: "Hay que promover libros con personajes diversos, en los que también aparezcan 'trans', lesbianas, gays..."., apunta Penna.

Puche señala el buen resultado que da designar un tutor permanente encargado de cuestiones de diversidad y educación sexual; un adulto al que los alumnos pueden acudir a solicitar información o denunciar situaciones de discriminación (facilitando un buzón para que lo puedan hacer de forma anónima si quieren). Abogaron también por revisar "pedagogías sexistas que se aplican de modo rutinario".

Según una investigación de la Complutense, entre los jóvenes hay dos grandes motivos de discriminación en las aulas: de un lado, el aspecto físico y, sobre todo, el sobrepeso (crítica que sufren especialmente las alumnas); del otro lado, la orientación sexual o el uso de la libertad sexual por parte de las chicas.

En Balears, 150 centros educativos tienen programas para fomentar la igualdad y 77 tienen planes relacionados con la diversidad sexual y la prevención de la homofobia. El curso pasado se implantó además el protocolo de detección, comunicación y actuación para alumnos 'trans' y se revisó el protocolo anti-acoso escolar para incluir aspectos relacionados con la violencia de género. Más de 130 docentes se han formado como agentes de "coeducación".