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La fiesta en paz

Tres policías en entredicho

El Gobierno ha pretendido arreglar el problema catalán con togas y porras. El fracaso ha sido absoluto

Miles de policías no son la solución al problema. Efe

Los jueces y los policías no están preparados para resolver las papeletas de los políticos. Por eso, cuando se ha pretendido arreglar el problema catalán con togas y porras el fracaso ha sido absoluto.

El Gobierno central puso en manos de un fiscal -un hombre solo ante el peligro y ante la historia- impedir que se celebrara el referéndum declarado ilegal por el Tribunal Constitucional. Unos días después las responsabilidad se trasladó a una jueza. Como si se tratara de un paso adelante, cuando en realidad seguía siendo más de lo mismo. Una sola persona llamada a solucionar en unos días lo que centenares de políticos habían sido incapaces de resolver durante años. Por supuesto, también fracasó. Lo mismo que varios tribunales.

Los fiscales y los jueces pusieron el cumplimiento de sus órdenes y su autoridad en manos de los tres cuerpos de fuerzas de seguridad que actúan en Catalunya (al margen de las policías locales). Mossos, Guardia Civil y Policía Nacional se encontraron con un auto encima de la mesa y algunos políticos pensaron que el conflicto estaba resuelto por la vía policial.

¿De cuántas urnas nos dijeron que se habían incautado la Policía Nacional y la Guardia Civil?, ¿cuántas veces afirmaron solemnemente los ministros del Gobierno que no habría referéndum porque habían retirado millones de papeletas? La investigación fue un fracaso. No pillaron ni uno de los ´tuppers´ encargados por la Generalitat a un fabricante chino. ¿Cuántas imprentas registraron? El domingo aparecieron, como si de magia se tratara, miles de contenedores de votos y papeletas. Cientos de personas metidas en un secreto -la custodia de las urnas- y nadie, ni siquiera el CNI, se enteró del sistema de ocultación urdido por Carles Puigdemont y sus colaboradores. ¿Qué clase de investigadores y espías tenemos en España?

El día 1 de octubre los agentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado se emplearon a fondo para evitar que se votara en los colegios electorales escogidos por la Generalitat. No solo no cumplieron su misión, sino que alimentaron el victimismo de los independentistas. Las fotografías de las porras en todos los periódicos del mundo y las imágenes de las cargas en las televisiones se volvieron en contra del Gobierno central, de los constitucionalistas y de Mariano Rajoy.

La imagen de los Mossos de Esquadra tampoco sale bien parada del envite. Al menos la mitad de los catalanes -los no independentistas- tienen derecho a preguntarse qué tipo de policía es está que dice que actuará como policía judicial pero sin intención de cumplir lo que se les ordena. Parece muy loable que no quieran emplearse a fondo contra su pueblo. Lástima que algunos recordemos que en 2012 no tuvieron problemas en lanzar pelotas de goma contra este mismo pueblo, causar la pérdida de un ojo a una mujer y luego negar que hubieran actuado en la zona... Hasta que la Justicia demostró lo contrario. Tampoco fueron tan respetuoso con el pueblo al que apalizaron en alguna comisaría. Ni con el individuo al que redujeron con tanta saña que murió. ¿O esos no eran pueblo?

El prestigio de la Guardia Civil, la Policía Nacional y los Mossos sale maltrecho de envite del 1 de octubre. Todos han fracasado en sus misiones: encontrar urnas, destruir papeletas y desalojar los centros que iban a destinarse a las votaciones.

Han fracasado porque se les encomendó una misión que no les correspondía. Evitar o canalizar un referéndum era cosa de políticos y política. Pero la incapacidad manifiesta de unos y otros para alcanzar acuerdos razonables ha conducido a España y Cataluña a una crisis institucional de mayor calado y de más difícil solución que el 23-F de 1981. La vagancia o la incompetencia de unos, la sordera o las mentiras de otros, han llevado al país a una situación de pesimismo solo comparable a otro periodo de nuestra historia: el de la depresión que se instaló en la sociedad tras la pérdida en 1898 de las últimas colonias. Y eso no se soluciona con miles de policías, vistan de azul, verde o blaugrana.

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