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La fiesta en paz

Los mallorquines preocupados por el Brexit

El Reino Unido nunca ha estado en la Unión Europea. Por derecho, es un Estado miembro...

Boris Johnson no quiso gestionar el caos que provocó. reuters

El Reino Unido nunca ha estado en la Unión Europea. Por derecho, es un Estado miembro. De hecho, jamás se ha sentido integrado en un proyecto para derribar fronteras sin necesidad de tomar las armas. Basta darse un garbeo por la muy europeísta Londres -allí el 75,2% de los votantes apostaron por la permanencia- para percatarse de que es más difícil ver una bandera azul con estrellas que una de Uzbekistán o Togo. Incluso es misión casi imposible descubrir una enseña que no sea la Unión Jack o la cruz de San Jorge, propia de Inglaterra.

Ahora Theresa May debe romper los tenues lazos de los británicos con el proyecto que idearon Robert Schuman y Jean Monnet, padres de un proyecto que pretendía acabar con las guerras que asolaron el continente en la primera mitad del siglo XX. Londres quiere aún menos Europa pese a que no participa del proyecto de la moneda única ni firmó el tratado de Schengen, que evita engorrosos trámites en las fronteras internas de la UE.

El Brexit tendrá consecuencias para Caroline

El Brexit tendrá consecuencias para Caroline. Ella es uno de los 16.126 súbditos del Reino Unido que, según el Instituto Nacional de Estadística, residen en Balears. Son el doble que hace 15 años. También las tendrá, consecuencias, para Carmen. Ella es una mallorquina de Calvià que trabaja en una lujosa cafetería londinense situada frente a los lujosos almacenes Harrods. Caroline está jubilada y participa en las actividades de la localidad del Raiguer en la que vive gran parte del año. Además, ha promovido el intercambio cultural entre su país y la isla. Carmen tiene apenas veinte años y pretende perfeccionar su nivel de inglés. Está satisfecha con su empleo. Aunque algunos fines de semana trabaja hasta doce horas, las cobra todas religiosamente. Ha pedido un aumento de sueldo y su jefe ha aceptado mejorarle el salario.

Caroline está muy preocupada por el Brexit. Teme que las fluctuaciones en la moneda acaben causándole algún susto económico. Alaba, como casi todos los residentes extranjeros en la isla, aquello que la mayoría de mallorquines ponemos a caldo a la menor oportunidad: la asistencia sanitaria. Carmen también siente incertidumbre, aunque matizada por la fuerza de la juventud. ¿Qué ocurrirá, se pregunta, si se imponen las tesis de los más extremistas y se endurecen las condiciones a los extranjeros para trabajar en el Reino Unido? ¿Deberá abandonar el país o tendrá que conseguir un engorroso permiso de trabajo?

A Caroline y a Carmen no les gusta el Brexit. Tampoco a la inmensa mayoría de los miles de residentes británicos en Mallorca, ni a los cientos de mallorquines que trabajan o estudian en las islas atlánticas.

¿Y qué piensan los tres millones y medio de turistas del Reino Unido que cada año visitan Balears?, ¿cómo afrontan el Brexit estos visitantes que gastan una media de 115 euros al día? Es muy probable que una buena parte de ellos hayan votado a favor del adiós a Europa, aunque seguramente no se muestran dispuestos a perderse unas vacaciones lejos de las brumas.

¿Qué respuesta deben dar Londres y Bruselas a Caroline, Carmen y a los millones de británicos y españoles que transitan de uno a otro país?

La primera reacción tras el referéndum fue visceral. "Brexit es Brexit", para resumir. Ahora llega el tiempo de los matices. Ni a Caroline ni a sus 16.126 compatriotas de las islas les interesa perder la asistencia sanitaria o los descuentos de residente cuando viajan a la península. Ni a Carmen ni a los cientos de mallorquines que viven en el Reino Unido les conviene que trabajar o estudiar allí suponga un alud de engorrosos trámites. Ni a los hoteleros ni al sector turístico ni a la economía mallorquina en general les gustaría que se compliquen los desplazamientos para los turistas del Reino Unido ni que se transmita la impresión de que no son bienvenidos a Mallorca.

Es tiempo de negociar un Brexit porque un referéndum no tiene marcha atrás, pero a todos conviene que sea una salida suave. Sin palabras gruesas. Con medidas más cosméticas que de fondo.

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