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Refugiados

"Solo volveremos si se garantiza nuestra seguridad"

Ward al Soliman y Fadi Essa, refugiados de Siria e Irak alojados en el albergue de la Platja de Palma, relatan las peripecias pasadas para llegar a la isla

Ward al Soliman y Fadi Essa, ayer en los exteriores de la conselleria de Asuntos Sociales. Manu mielniezuk

Ambos son cristianos y han pasado por un calvario aún mayor cuando sus respectivos países, Siria e Irak, se han visto invadidos por la sinrazón del autodenominado Estado islámico (Daesh). Son Ward al Soliman y Fadi Essa, dos de los ocho primeros refugiados procedentes de Grecia que están alojados en el albergue de la Platja de Palma desde el pasado día 30 de mayo.

Ayer comparecieron ante los medios de comunicación para relatar cómo han llegado hasta aquí y cuáles son sus perspectivas de futuro. Y tienen una cosa clara, como recalcó el iraquí Fadi Issa: "Solo volveremos a nuestros países si se garantiza nuestra seguridad, nuestros derechos y nuestra libertad".

Y es que Essa, de treinta años de edad, trabajaba de técnico informático en un hotel de cinco estrellas de Mosul, su ciudad natal, hasta que el conflicto armado en su país le destrozó la vida. Desde Irak llegó a Turquía, país en el que esperó más de un mes un régimen de mareas favorable que le permitiese llegar hasta Grecia.

"En Grecia permanecí durante dos meses y medio, la mayor parte del tiempo viviendo en la calle y el puerto de El Pireo", explica este refugiado ayudado por una traductora antes de confesar que tuvo que dejar a la mayor parte de su familia atrás "porque no tenía dinero para sacarla del país", revela este doloroso trance sin dar más precisiones.

Está alojado en el albergue de la Platja de Palma junto a su hermano y ambos tuvieron que pagar 5.000 euros para poder llegar a Grecia, cantidad desorbitante que las mafias exigen a estas personas que se encuentran en una situación desesperada.

"El Daesh me arrebató mi casa de Mosul y la marcó para que todo el mundo supiera que era la vivienda de un cristiano", rememora con angustia Essa, que también lo pasó mal en Grecia, destino en el que, además de vivir en la calle, muchos días no tenía nada que llevarse a la boca. Porque las ayudas que Occidente envía a estos refugiados, denuncia, no siempre llegan a su destino.

"Aquí estoy mucho mejor. Como cada día y tengo una habitación en la que dormir", agradece el iraquí antes de confesar que sus preferencias pasaban por ser acogido en Alemania porque,argumenta, "es el futuro. Allí podría tener un trabajo, una casa, un coche... Cuando realicé la solicitud de asilo sabía que no acabaría allí, pero cualquier otro país me iba bien por cuestiones de seguridad, un lugar donde me respetasen y garantizasen que iban a respetar mis derechos", concluye Essa antes de proclamar que está dispuesto a aprender catalán y realizar cursos de formación profesional para poder labrarse un futuro aquí.

La historia de Ward al Soliman, un sirio de 24 años procedente de Homs y profesor de inglés de profesión, no difiere mucho de la su compañero de desgracias. Salió de Siria porque quería eludir el servicio militar, obligatorio en su país, en una zona en la que inevitablemente, tarde o temprano, iba a tener que enfrentarse a los fanáticos del Daesh.

"Desde mi país llegué a Líbano en coche. En Beirut pude tomar un avión a Turquía, donde permanecí durante unos tres meses. Y de allí fui a Samos (Grecia), donde estuve dos meses y veinte días", apunta con precisión quizá porque del país heleno no guarda buenos recuerdos: "Me trataron como a un terrorista por mi condición de árabe y tuve que estar confinado en una iglesia".

Ward al Soliman llegó a Grecia a bordo de una patera junto a otras treinta personas que tuvieron que pagar 1.500 euros por pasaje y allí tuvo que sobrevivir con el poco dinero con el que consiguió llegar.

Una vez formalizada su solicitud de asilo, llegó a Madrid y de allí ha recalado en Mallorca. Al contrario que Essa, está satisfecho con su destino final: "Yo quería venir a España. ¿Por qué? Porque el clima es muy parecido al de Siria". Así de simple.

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