O Bauzá sabe algo que todos los demás ignoran, o ha encomendado su futuro a una autodestrucción ejecutada con admirable perseverancia. Declarada y perdida la guerra contra la clase docente, la emprende contra los cargos del PP que pueden hacerle sombra. Son la mayoría, dada la nada espectacular talla política del farmacéutico napoleónico.

El fantasma de los celos inventa enemigos con asombrosa fertilidad. Afortunadamente, Bauzá solo da miedo a quienes se lo toman en serio dentro del PP, un sector de importancia y frecuencia menguantes. Un contingente reseñable de los alcaldes populares mallorquines pedirán el voto para el PP en las municipales, pero exigirán a cambio que sus vecinos voten a cualquier otro partido en las autonómicas.

A Bauzá no le gusta ni el PP. Ya ha aprendido que no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. Le queda la lección de "No se puede pelear contra todo el mundo todo el tiempo", sin apenas calendario para asimilarla. A falta de saber si mejora en la botica su pésima calidad presidencial, ha olvidado la Primera Ley de la Farmacología: "Todo medicamento tiene como mínimo dos efectos, el conocido y el otro o los otros". El principio de lo inesperado se cumple así en las inmersiones como en las prospecciones o las elecciones. Al farmacéutico le llega tarde, porque su obsesión no consiste en ganar los comicios de mayo, sino en aniquilar la posibilidad de que una candidatura municipal de Isern obtenga más votos en Palma que la lista autonómica del PP.