Nadie desea para Matas el mismo castigo que él infligió a Mallorca, aparte de que sería muy difícil de igualar. La entrada en la cárcel de Segovia no remata una venganza, sino que da satisfacción al ministro de Aznar. Hace un año celebraba con euforia la pena que ha empezado a cumplir, en la rueda de prensa veraniega que convocó en la Colònia de Sant Jordi. Hágase, de nuevo se cumple la voluntad del omnipresente omnipresidente.

A los mallorquines solo les faltaba tener que disculparse también con los segovianos, fatalmente alcanzados por las hazañas del president "sin complejos", el lema de su autor de discursos que selló penalmente la legislatura 2003-07. El poder simbólico del encarcelamiento ha de servir para que Mallorca consiga evadirse de la prisión, donde Matas la tuvo recluida durante siete años. Si alguien necesita documentar el estilo del ministro de Aznar, basta que repase la entrevista servil de IB3, en la que el canal de Información Basura al cubo ni siquiera puede aducir imposiciones ideológicas, porque gobernaba el Pacto de teórico Progreso. Qué hermoso broche fuera de cámara, la frase "te habrás fijado president en que nosotros no lo llamamos palacete".

Mallorca se libera de Matas, pero antes tuvo que cambiar de comportamiento. Cambió Mallorca, porque en Matas resulta imposible modificar el rumbo. No conviene disimular el shock de la entrada en prisión del jerarca del PP, aunque Mallorca nunca depositó en su president la confianza ciega de Cataluña en Pujol. A propósito, Matas también admitió ante Castro un fraude fiscal de cientos de miles de euros. No desaprovecha ni una.

Matas ha buscado la cárcel más alejada de Munar, con la que siempre compitió en prepotencia y en corrupción. Pese al impacto de la rutina carcelaria, el cambio radical en la actitud social es más importante que la prisión de ambos, si es que lo primero no provoca lo segundo. Se jactaban de dominar a sus conciudadanos por una mezcla de fulgor y miedo, no supieron captar las señales que transforman un gesto de admiración en asco.

Mallorca se ha evadido de la cárcel, porque rechaza los comportamientos que una treintena de jueces han acreditado en el president de 2003 a 2007. Ni los jerarcas del PP pueden ya jalear a su líder sin sonrojarse. Con todo, tampoco conviene exagerar el desmarque oportunista. Escuchar al diputado Miquel Ramis minimizando la entrada en prisión, "que se cumpla la ley no merece más comentario", merece alguna matización.

En primer lugar, una docena de sentencias han demostrado que es harto difícil introducir las expresiones "Matas" y "cumplir la ley" en una misma frase. En segundo lugar, el hecho de que la jerarquía del PP cumpla con la ley no solo genera comentarios en Mallorca, sino un asombro compartido hasta por Bauzá, que empezó la legislatura amenazando a los cargos populares que "metieran la mano". Por último, la vinculación del grupo hotelero de Ramis con la segunda condena de Matas obligaría tal vez a una morigeración expresiva. Hubo otros, aunque pocos, que se negaron a cumplir las exigencias del ministro de Aznar.

Cuando se sedimente la polvareda carcelaria, medio centenar de personas ligadas al Govern del PP habrán sufrido condenas penales. La inmensa mayoría han reconocido los delitos que cometieron, y cabe recordar que Munar gobernaba el Consell Inmobiliario de Mallorca en solitario por graciosa concesión de la mayoría absoluta de Matas. Procede esbozar una sonrisa cuando Rajoy disfraza hoy su golpe de Estado municipal con el deseo de que "gobierne el más votado".

A la hora del balance, el rosario de condenas que culmina en el encarcelamiento de Matas equivale a que cada mes de su Govern hubiera entrado en prisión uno de sus altos cargos. Cabe imaginar los titulares retrospectivos, "El condenado del mes es el director general de Mascotas". O el alcalde de Mallorquilandia. Y así sucesivamente. El president de aquel ejecutivo no mostraba la mínima incomodidad, estaba muy ocupado con la corrupción propia sintetizada en el palacete.

Matas nunca asumirá que exista un poder capaz de juzgarle pero, sobre todo, se muestra estupefacto ante el descuelgue acelerado de quienes le juraron que nunca le dejarían en la estacada. Le jaleaban con una desmesura que afortunadamente sigue vigente en Google, hasta que los abajofirmantes impongan la ley del olvido a sus sandeces pretéritas. El ministro de Aznar se creía tan listo que pensaba que le halagaban por sus presuntas virtudes. Otro que no entendió a los mallorquines.

El ministro de Aznar pudo evitar la cárcel de ayer con una dosis mínima de arrepentimiento. En cambio, prefirió irritar con una rueda de prensa triunfal a los jueces del Supremo que arruinaron el prestigio de la institución para recortarle la pena. En Mallorca no hay más corrupción, sino que se persigue mejor, gracias al esfuerzo de los diferentes escalones de la judicatura a excepción del Tribunal Superior, para el cual Matas y su partido serán inocentes por los siglos de los siglos.