­"Quizá lo más sorprendente sobre Magaluf es que nadie querría pasar más de cinco minutos en esta distopía (antiutopía) vomitiva. La comida es asquerosa, el ruido es constante y el suelo brilla cubierto de vómito". Los británicos desayunaron ayer con textos como el que acaban de leer, firmado por la cronista estrella del diario estrella, Camilla Long, del Sunday Times. Su reportaje es probablemente el análisis más descarnado que se ha hecho de Magaluf desde que estalló el escándalo, tras hacerse público el vídeo de una chica de 18 años que practicó sexo oral con 24 hombres a cambio de una copa.

Aunque hay más reportajes similares. Es difícil encontrar estos días un diario británico o irlandés que no hable de Magaluf, más conocido en el Reino Unido por un nombre que, a juzgar por los hechos, a Punta Ballena le hace justicia: Shagaluf, apelativo pretendidamente chistoso, al estilo Mamaluf, que hace referencia al verbo inglés shag, una forma burda de referirse al fornicio. Lo utiliza la propia Camilla Long para titular una crónica implacable en la que no hay lugar para las excusas de los británicos sobre su propio comportamiento, ni para la autocomplacencia de los políticos baleares en su inacción contra la "bacanal". "Shagaluf, la tormenta perfecta de sexo, bebida y rabia", titula el Sunday Times.

La reportera explica en su extenso reportaje las 48 horas de pesadilla que pasó en Magaluf, en las que no le costó encontrar ejemplos de todos los modelos de desmadre de Punta Ballena. Los describe uno por uno. Habla de hombres bailando desnudos mientras saltan de los balcones (ayer murió un adolescente, tras caer de uno), de mujeres sometidas a abusos, de locales que estafan a sus clientes, y de las características y consecuencias de la orgía etílica que cada tarde se desata en la zona. "Las fiestas van acompañadas de disfraces especiales y cantidades ilimitadas de un líquido rosa que se sirve directamente en la boca. Las organizan empresas como Carnage Magaluf. Trabaja tres veces a la semana y la gestiona sobre el terreno un kickboxer tatuado de Hartlepool, Alan Collison, el hombre responsable de la infame juerga en la que se desató el escándalo del ´mamading´. ´No se por qué toda la polémica. Solo fue una noche normal en una de nuestras fiestas´, dice él. Lo terrible es que eso podría no estar muy lejos de ser verdad", redacta Camilla Long.

No le tiembla el pulso a la hora de cargar contra sus compatriotas. "No hay prácticamente nadie que no sea inglés. Los menús están en inglés, los camareros son ingleses (...). Las mujeres visten shorts tan cortos que enseñan no solo los contorneos de sus nalgas, sino incluso el interior de ellas. (...) La gente cae de balcones. Las mujeres sufren constantes agresiones sexuales. Fui estafada tres veces en una noche. Incluso los mejores locales cerca de la playa sirven comida venenosa". Tampoco duda a la hora de poner en evidencia a las autoridades turísticas de Calvià, tras escuchar excusas (repetidas a la prensa local de las islas por el conseller de Turismo del Govern) como que Punta Ballena no son ni 500 metros. "Me explican que es un incidente aislado, aunque dos vídeos similares ya han salido a la luz", añade, antes de dar su propia explicación al inmovilismo político: "Las matemáticas son elocuentes: un millón de británicos vienen cada año a esta parte de Mallorca, donde dejan 800 millones de euros al año". Y más que vendrán, relata la propia Long, que describe su encuentro con Andrew, un joven de despedida de soltero que es perfecto ejemplo del efecto llamada del vídeo de las felaciones: "Su novia trató de impedirle que viniese tras conocer el asunto del ´mamading´. ´Estaba enfadada y me dijo que no viniese a este bar, pero es justo por eso que vine´", se despacha.

A lo mismo apunta otro reportaje similar que publica The Guardian, en el que se describen al detalle los excesos de buena parte del millón de británicos que visitan cada año Punta Ballena y habla del atractivo que estos hechos tienen para determinado público, al que la "distopía vomitiva" que describe Long le parece apetitosa.