El fenómeno arrancó en Magaluf y este año se ha extendido con fuerza a la Platja de Palma. Grupos organizados de turistas procedentes de otros municipios de la isla descienden del autobús a las seis en la plaza de las Maravillas, viven una tarde noche de juerga y, en torno a la una de la madrugada, retornan a sus hoteles o apartamentos.

Además de soportar a los visitantes propios macerados en alcohol, los vecinos, comerciantes y hoteleros de Platja de Palma lidian con turistas ajenos. Llegan desde Santa Ponça, Andratx, Cala Millor, Cala Rajada o Alcúdia tras contratar la excursión etílica en internet o directamente con el ´proveedor´.

Aunque muchos obtienen copiosos beneficios, el binomio borrachera y jóvenes se ha convertido en un dolor de cabeza para buena parte de los empresarios de Calvià, Cala Rajada y s´Arenal. Se gesta un grave problema de futuro para la isla. El presidente de los hoteleros de Platja de Palma, Francisco Marín, lanza la voz de alarma ante un proceso de degradación de la principal industria mallorquina. La edad del cliente ha descendido y su motivación se ciñe a la ingesta de alcohol y la fiesta salvaje. Hasta la pasada semana la edad en esta zona se situaba por debajo de los 30 años. No era extraño ver a grupos de chavales de 17 o 18 años. Sus estancias se limitan a tres o cuatro días y su comportamiento desenfrenado provoca destrozos en el mobiliario público y privado.

El "parte de guerra" de los hoteles ha crecido este verano y muchos establecimientos recurren a la seguridad privada para contener a sus clientes, confirma Marín.

Las juergas enloquecidas no son patrimonio de Platja de Palma. Magaluf sufre desde hace años las excursiones etílicas en sus distintas variedades (pub crawling, bus party y boat party). En Cala Rajada temen convertirse en "s´Arenal bis", confiesa el vicepresidente de la Federación Hotelera de Mallorca, Joan Massanet. "Cada año vamos a peor. Asusta", sentencia. Tal es la preocupación de los hoteleros de Capdepera que han concertado una reunión con la delegada del Gobierno, Teresa Palmer, para abordar este asunto. Se quejan de la presencia escasa de la Guardia Civil y la Policía Local mientras los jóvenes extranjeros vomitan y miccionan por las calles a su libre albedrío.

Nadie sabe cómo afrontar el problema. El reportaje del periódico alemán Bild, que levantó tanta polvareda, no iba muy desencaminado, aunque se olvidó de evaluar los modales de sus compatriotas.

Los jóvenes actúan a la par como una fuente de ingresos y como un foco de conflictos -ahuyentan a otros segmentos de turistas-. Massanet apunta hacia "buena parte" de los touroperadores, que han virado su negocio hacia esta clientela. Su colega Francisco Marín se muestra más contemporizador. Admite que los touroperadores "no repudian" a este viajero. "Muchas veces priman los intereses económicos" sobre el conjunto, reconoce. Tampoco es fácil discernir qué chaval se va a comportar como una bestia en Mallorca. "Cuando contratan sus vacaciones en la agencia algunos visten traje", acota el presidente de los hoteleros de Platja de Palma.

Luego, al aterrizar en Mallorca, se desmelenan. A principios de agosto la Policía Local de Palma se topó con una manifestación de 500 personas que desfilaban por la calle Ferran Alzamora y la Avenida América, en s´Arenal. Tras indagar un poco, los agentes comprobaron que no se trataba de una protesta, sino de una excursión organizada de bar en bar.