­"Hemos conseguido que no cierren dos hospitales con una larga tradición asistencial y patrimonial, aunque en realidad no lo hemos conseguido solo nosotros, lo ha conseguido toda la ciudadanía de esta isla", proclamaba ayer un emocionado Bartomeu Togores en el porche principal del Joan March que se había convertido en un improvisado comedor en el que trabajadores y usuarios del centro sanitario celebraron que, siete meses después del anuncio de su cierre, continúan abiertos.

Un triunfo que el doctor Togores achacó principalmente a las ochenta mil firmas presentadas contra el cierre hospitalario que fueron recogidas por toda la isla en una iniciativa sin precedentes. "Con el mantenimiento de los dos hospitales ha ganado toda la sociedad mallorquina", proclamó el eufórico médico que era jaleado por sus compañeros cada vez que tomaba la palabra.

Y es que había mucho que celebrar. Todos los trabajadores del centro de Bunyola se organizaron por plantas para traer las cocas y las ensaimadas con las que celebrar su triunfo. "Hemos hecho una lista planta por planta para que no faltasen bebidas y que no todo el mundo trajese cosas dulces o saladas", explicaba Pepa, una administrativa que, pese a su condición de interina y su más que incierto futuro, no quería sustraerse a la celebración en un día como ayer. "Estamos muy contentos. Hemos ido a buscar unas cocas a la panadería de Bunyola y la propietaria nos ha felicitado y nos ha asegurado que en ese comercio ella misma se encargó de recoger muchas firmas contra el cierre. Ha colaborado todo el mundo. Porque, además, ¿qué pensaban hacer aquí si lo cerraban?, ¿apartamentos?", se preguntaba la administrativa.

Según revelaron los propios empleados, en estos momentos el hospital se encuentra con una ocupación cercana al 90%, y el personal que los atiende, aseguraron, no se puede reducir más si, como mantuvo el president Bauzá en su discurso durante el debate sobre el estado de la comunidad, se quiere mantener la calidad asistencial del centro de Bunyola. A estas palabras se agarraban todos los trabajadores para rechazar más despidos en una ya ajustada plantilla asistencial.

"Tenemos tan sólo una terapeuta ocupacional, que es interina. Si la despiden, ¿quién se va ocupar de las terapias de nuestros pacientes con trastornos cognitivos?", se preguntaba el doctor Togores, que tampoco preveía que las recolocaciones anunciadas por el conseller Martí Sansaloni afectaran al personal facultativo. "No creo que nos recoloquen a nosotros en un hospital de agudos porque nos hemos especializado en nuestros pacientes subagudos desde hace más de doce años. Si nos reubicaran en otro hospital necesitaríamos un reciclaje", opinó el médico. La enfermera Margarita Alemany coincidía en el diagnóstico con su compañero: "No puede haber más despidos, ya estamos bajo mínimos y el president dijo que debíamos mantener la misma calidad asistencial".

En el parlamento dado tras el ágape, hubo cariñosos recuerdos para todos los colectivos que han peleado porque los dos hospitales sociosanitarios continúen abiertos. Así, los trabajadores sanitarios recordaron en primer lugar a los más de ochenta mil ciudadanos que firmaron contra la clausura; a la asociación ARCA por su defensa del patrimonio público; a los otros hospitales públicos de la isla por sus muestras de solidaridad; a la Iglesia, por la misa celebrada en la Sang por el Hospital General y por el lazo negro que ha ostentado orgullosa la parroquia de Bunyola; a los medios de comunicación, con especial mención al monográfico sobre el hospital que publicó la revista de Bunyola Es Castellet; a los propios vecinos de este pueblo, por sus marchas y berenars solidarios organizados por el centro sociosanitario; y a los colegios profesionales de médicos y enfermeras y al sector audiovisual, entre otros muchos colectivos que han colaborado en esta batalla ganada. Porque, como proclamó el actor Rafel Ramis parafraseando al exalcalde republicano Emili Darder, "tenemos derecho a una sanidad moderna, completa y para todos".