La vida de David, un joven de veintiséis años, de pronto se vio marcada por el paro. Tras haber trabajado en una gasolinera, tuvo que acostumbrarse a cambiar sus rutinas y concentrar sus esfuerzos en buscar un empleo acorde a sus necesidades. La crisis, estar en casa de sus padres con la sensación de no ser útil y la incertidumbre sobre su futuro, le llevaron a pensar que "acabaría debajo de un puente". Esta situación, que viven millones de desempleados en nuestro país, se agravaba aún más teniendo en cuenta que David contaba con una barrera más : su discapacidad psíquica.

Pero, decidido, no se dio por vencido en ningún momento y al final, cuando menos lo esperaba, un anuncio en la televisión puso fin a sus problemas. El spot era de Amadip, una asociación volcada desde hace 50 años en derribar barreras y a ayudar a construir un futuro laboral para aquellas personas que, por encima de su discapacidad, quieren y pueden trabajar. David sonríe cuando explica que no lo dudó dos veces: "Vi el anuncio y llamé. Al día siguiente estaba haciendo una entrevista para entrar en un programa de formación".

A partir de ese momento su vida cambió. En la asociación le dieron la oportunidad de formarse profesionalmente, participando en diversos cursos, como el de jardinería que está realizando ahora junto a sus compañeros Pedro y Javier, los cuales muestran con orgullo su última gran obra, en la que llevan un tiempo trabajando: todo un proyecto de jardín. Ellos mismos, junto al resto de compañeros y monitores, han plantado árboles y sembrado diversas plantas en una parcela, planificando además, cómo elaborar el sistema de riego. David muestra satisfecho un plano que usan como guía para ver cómo quedará el terreno cuando finalicen su trabajo.

Por su parte, Pedro y Javier, orgullosos, afirman que se sienten útiles, les gusta lo que hacen aunque reconocen que el inicio fue difícil. Javi, admite que tenía problemas de conducta, que no reaccionaba bien ante según qué comentarios u ordenes, pero asegura que "aquí nos han enseñado a ser buenos compañeros de trabajo y a ser mejores personas".

Y es que en Amadip intentan que las personas que acuden a su centro no sólo reciban una formación y trabajen, sino que también adquieran buenos hábitos como la puntualidad, la adquisición de responsabilidades y el compañerismo. "Todo teniendo en cuenta a la persona, a las necesidades que tenga según sus necesidades", afirman. Y no sólo trabajan sino que reciben cursos complementarios que tratan temáticas válidas para cualquier persona como prevención de riesgos laborales, sexología o drogas.

Si uno visita el centro Weyler de Amadip se sorprenderá al ver la variedad de personas que trabajan ahí. Gente de todas las edades con discapacidad psíquica, síndrome de down, movilidad reducida y un largo etcétera. Pero en el ambiente se respira cordialidad y una concentración envidiable ya que todos están trabajando ya sea en la imprenta, haciendo manualidades o cultivando y adecuando el extenso terreno del centro.

De lunes a viernes, todos ellos acuden a la asociación, también practican alguna actividad física y, sobre todo, disfrutan con sus compañeros. David, Javier y Pedro afirman que no les cuesta nada levantarse por las mañanas para ir al centro y, viendo las sonrisas y el ir y venir frenético del resto de compañeros, se puede decir que todos lo sienten igual. "A veces cuesta que se pongan con su taller, son casos puntales, pero, en general, todos vienen encantados", afirman desde Amadip ya que "están aquí porque quieren o porque sus familias, sus tutores legales, así lo han querido".

Muchos llegaron al centro como David, tocando las puertas de la asociación, y superando una entrevista en la cual se orienta y se decide en qué taller o con qué grupo estará mejor la persona. Otros, los más jóvenes, son derivados ahí a los dieciséis años, coincidiendo con el fin de su etapa escolar. La colaboración entre los colegios e institutos con la asociación y los padres es clave para no dejar de formar a ese adolescente que no puede seguir en un ciclo educativo superior por su deficiencia psíquica pero sí necesitan seguir su formación.

Ese fue el caso de Pedro y Javier. Reconocen que el cambio de aires les sentó genial. "Ahora tengo dos amigos con los que quedo fuera de aquí", dice Javier y es que a la mayoría de estas personas Amadip les ha ayudado a desarrollar empatía con otras personas de su edad. David incluso ha conocido a su media naranja en Weyler. Los tres -David, Pedro y Javier-, ahora son llamados "alumnos referentes", es decir: un ejemplo de superación para los demás. Un logro merecido por haber estado abiertos a la integración socio-laboral y por colaborar con los orientadores a ayudar a chicos recién llegados en sus tareas.

Sin embargo, y pese la ilusión que muestran por estar dentro de poco en el mercado laboral, tienen cierto miedo: los recortes y la crisis. Los tres jóvenes dicen que lo pasaron muy mal cuando no sabían si iban a poder asistir a las clases de jardinería ya que no había dinero para poder llevarlas a cabo, además se les sumaba el hecho de que, como muchos otros, no encontraban trabajo alguno. "No sabía qué hacer, estaba en casa todo el rato pensando y pensando", dice David. El mayor de sus miedos era que no hubiera plaza o que, finalmente, la falta de subvenciones anulara la posibilidad de realizar el curso.

Pero al final todo pudo ser. "Ahora ya no veo el futuro tan negro, lo veo marrón", afirma David ilusionado con un futuro en el que quizá pueda dejar de depender económicamente de sus padres y ser contratado en algún lugar en el que pueda mostrar todo lo aprendido en la asociación sin que importen las barreras.