En su afán por sorprender a todos menos a Mariano Rajoy, el president Bauzá estuvo a punto de quedarse sin vicepresident económico sin tener siquiera que pasar por el engorroso trámite de echarlo después de las elecciones. José Ignacio Aguiló podría perfectamente haberse quedado seco allí mismo, aunque aguantó el tipo más pálido de lo que es habitual en él cuando el martes se enteró en el mismo Parlament en el que se enteró todo el PP de que los presupuestos prorrogados que iba a entregar en diciembre por orden de Bauzá y el superintendente Mariano debían hacerse nuevos y estar listos para cinco días después. O sea, mañana domingo por la noche antes de las doce.

El gurú económico del PP, genio de las tijeras y augur de la prosperidad perdida no lo vio venir porque no se lo dijeron y no se lo dejó por escrito su antecesor en el cargo, el socialista autor del plan de saneamiento del Govern Bauzá, Carles Manera.

Bauzá escondió tanto su jugada, maestra en su efectismo político y desastrosa en sus consecuencias económicas, que el vicepresident y la responsable de coordinar los trámites parlamentarios de los presupuestos (la diputada y portavoz del PP, Mabel Cabrer) fueron informados del adelanto presupuestario unos instantes antes de entrar al pleno del síncope. Así que mientras los parlamentarios del PP cuchicheaban en los pasillos sobre el sorpresón que les había metido su líder (Mariano o José Ramón, eso da igual), José Ignacio Aguiló vagaba por su mundo interior de teorías ultraliberales y palabras salvajes intentando cuadrar el círculo y planificar un imposible: acabar en cinco días y con garantías los presupuestos que no ha diseñado en cuatro meses.

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