Estela M. (38 años) y su novio (26) se quedaron hace unas semanas en la calle. Tres años de paro de ella y una carrera acabada pero sin salida de él les han dejado sin ingresos. Él planea volver con sus padres. Ella no tiene hogar al que regresar, solo dos manos de currante sin cualificación que hoy no le sirven para encontrar empleo. Por eso están en la calle. Por eso y porque solo les ofrecen trabajos en negro. Sin contrato ni cotizaciones. "La semana pasado estuvimos tres días ayudando a limpiar una tienda: nos dieron 40 euros. Pero lo normal es que no nos salga nada. Sólo ofrecen miseria sin contrato, que te da para comer algunos días, pero cuando no encuentras no tienes derecho a nada", resume Estela, que se siente una carga para el Estado, pero recuerda que sus años de trabajo le ha costado ganarse algo mejor que un soportal y un plato diario de beneficencia caliente cocinado por el Govern. El problema es que como ella hay muchos. Muchísimos. Demasiadas bocas para unos servicios públicos que no dan abasto. Porque el drama del paro tiene caras, pero también cifras. Y quizá abrumen más las cifras: según la Encuesta de Población Activa, en las islas hay hoy 104.500 parados (en 2008 había 55.000), 8.500 personas que buscan su primer empleo y 285.600 personas de más de 16 años inactivas. Demasiadas bocas.