Carles Manera llegó al Govern en un momento de ralentización de la actividad económica para con los meses terminar lidiando con la mayor crisis económica de la historia, y ha sido el responsable de gestionar una fase de fuerte recorte presupuestario y de medidas impopulares, como la rebaja salarial a los funcionarios.

–Usted vaticinó recientemente que la economía balear comenzará a crecer en 2011, pero no el empleo. No habían pasado ni 24 horas cuando la consellera de Trabajo y el president Francesc Antich le corrigieron para asegurar que sí va a darse un recorte en el paro. ¿No se puede decir la verdad medio año antes de unas elecciones?

–En el caso de la conselleria de Economía, siempre hemos aplicado rigor a nuestras opiniones, respaldándolas con cifras, con cálculos, con metodología. En algunos sectores sí que se puede estar creando empleo neto, pero va a ser difícil que con tasas de crecimiento moderadas esta situación se pueda dar de una forma sostenible. Para esto habrá que esperar más meses. Pero sin crecimiento económico no se crean puestos de trabajo, así que es muy importante estar ya en la senda positiva.

–¿A la hora de intentar trasmitir optimismo no se puede entrar en el terreno de la mentira?

–Yo no me califico como optimista ni intento transmitir optimismo. Hay que comunicar lo que se está produciendo en la economía real, con los datos que uno tiene, sin tergiversarlos ni manipularlos. En 2009 ya dijimos que no veíamos brotes verdes y que la situación era complicada, y lo hicimos con toda claridad. Lo que afirmamos este año es que comienzan a darse indicadores positivos, y son importantes. Es bueno destacarlos, pero sin engañar a nadie.

–En invierno Balears se sitúa por encima de los 90.000 parados. ¿Cómo se hace frente a semejante cifra?

–Hay un desempleo de carácter estructural que va a ser muy difícil de asimilar. El sector de la construcción mantiene las caídas más acentuadas y la posibilidad de flexibilizar su mano de obra es más difícil. Es una dificultad importante que podremos paliar de forma parcial. Estaríamos engañando a la gente si dijeramos que vamos a recolocar a todo el mundo. Deberá haber procesos de formación por un lado, y de recanalización hacia el sector servicios, que afortunadamente está muy diversificado y es muy sólido. Y todo ello pese a que en Balears tenemos una tasa de paro comparativamente baja con otras economías turísticas del Estado, como Canarias, Murcia o Valencia, y la tasa de actividad más alta del país.

–¿Y qué se hace con toda esta bolsa de paro estructural?

–Afortunadamente, tenemos una red de servicios sociales más desarrollada que en crisis anteriores, pero seguramente parte de la gente que ha venido de fuera a trabajar tendrá que volver a su casa, no quedará otro remedio. Y es algo que ya está pasando. Va a tener que producirse un ajuste en el mercado laboral.

–Hace pocos días desde el Centre de Recerca Econòmica se advertía que la política de bajada de precios hoteleros está impidiendo que se genere riqueza en otros sectores.

–Es un tema que el sector empresarial va a tener que afrontar, como es una realidad que se ha hecho muy tangible: la competencia de mercados emergentes que tienen precios más competitivos. La Administración tiene que realizar su cometido, como es facilitar la inversión del sector privado, pero también necesitamos empresarios emprendedores, aquellos que ante una realidad complicada trabajan para cambiarla. Porque por la vía de los precios no podemos competir.

–Sin embargo, la atonía de la inversión empresarial se mantiene.

–Hay una cautela importante a la hora de invertir en un escenario como éste. Obtener crédito no es fácil y la incertidumbre preside todas las decisiones económicas. Pero el Govern ha hecho un trabajo ingente a la hora de inyectar inversión pública en un momento de atonía de la esfera privada, aunque ello ha supuesto un gran incremento de la deuda pública, y le pedimos al mundo empresarial que también plantee ya sus decisiones de inversión. Es necesario hacer una apuesta por la calidad, y para que esta frase no esté vacía de contenido, la función de la Administración es ofrecer unas infraestructuras y unos servicios que en otros lugares no se tienen. Si aquí un turista alemán padece un infarto en una playa, sabe que será tratado con celeridad y por buenos equipos médicos. En un país emergente no se dispone de esos servicios tan maduros. Cuando uno se va de vacaciones, lo que quiere es tranquilidad y seguridad.

–En un libro que ha publicado recientemente, usted reconoce que ante la peor crisis de la historia, los poderes públicos se están viendo obligados a improvisar. Da miedo.

–Es que no nos queda otro remedio. No se puede planificar la existencia de una crisis. A finales de 2007 nadie hablaba de una situación de semejante magnitud.

–¿Este Govern no ha cometido errores a la hora de afrontar el problema?

–Hemos tomado una treintena larga de medidas de todo tipo, destinadas a impulsar la demanda y la inversión. Y con un componente fundamental, que es una inyección muy potente de inversión pública. Creo que era el ejercicio correcto, porque era la manera de preservar puestos de trabajo en un escenario de temor y atonía empresarial. Es en estas situaciones cuando la Administración debe dar el do de pecho. De lo que me quejo es que esta política de mantenimiento de los estímulos se ha contraído por parte de la Unión Europea. En este aspecto me siento más próximo a la política económica americana. No se debería ser tan severo con el déficit público y dar más tiempo a las Administraciones para su recuperación. Pero no hay una sola política. Lo que hacemos en Balears nada tiene que ver con lo que hacen Valencia, Murcia o Madrid, que penalizan servicios básicos como la sanidad o la educación

–¿Esta crisis conlleva la caída de aquellos Gobiernos a los que ha pillado?

–Hay que ser consciente de que las crisis pasan factura a los gobernantes, aunque el caso griego ha roto con esa visión en las últimas elecciones municipales. La gente ve al gobernante que está pilotando la situación como el responsable. Pero creo que los ciudadanos también entienden lo que pasa cuando el mensaje que se les da es claro. Y quizás esto también es lo que ha fallado.

–¿El Govern del Pacto asume la posibilidad de que le quede medio año de vida?

–Uno tiene momentos ciclotímicos, y a ratos ve las cosas peor y en otros mejor. Pero si se hace un ejercicio de realismo, creo que este Govern ha dado una imagen rigurosa en política económica. Conseguir recortar 323 millones de euros en 2010 demuestra que el president y los consellers han sido conscientes del problema. Y la pregunta que me hago es qué alternativa hay. Los mensajes que se ven de la derecha no pueden ser más simples, aunque sean muy efectistas. En Balears, la política económica del PP es inédita. En el caso de las comunidades autónomas, el referente es muy claro. Las comunidades autónomas gobernadas por los populares, como Murcia o Valencia, tienen tasas de paro muy superiores a la de las islas. Y las quejas sobre sus servicios públicos son continuas.

–Dos televisiones públicas, Govern, Consells... ¿No hay demasiada Administración autonómica?

–Es verdad que creo que sería necesaria una mayor racionalidad en el tema de los medios de comunicación públicos. Pero hay que recordar que este Govern ha conseguido reducir el gasto de IB3 de 110 millones de euros anuales a 56 millones. Lo mismo podemos decir del sector público. Generar empresas públicas es muy fácil, pero quitarlas es complicadísimo. Esta Comunitat no puede mantener el sector público que tiene, no puede tener 170 entes, muchos de ellos con pérdidas draconianas.

–¿Dónde se pega el tijeretazo?

–Es un trabajo complejo que afecta a las empresas públicas, sus gerentes, los consellers y los sindicatos. Un problema es la opacidad que ha habido en este conglomerado empresarial, que es donde se han producido los casos de corrupción. Y quizás haya que negociar procesos de ajuste en las plantillas.

–Es decir, recurrir a los despidos.

–No lo sé. Pero es una posibilidad. Aunque siempre con la aquiescencia de los representantes de los trabajadores. Creo que todo el mundo es consciente de ese sobredimensionamiento del sector público balear.

–¿La crisis ha ocultado la corrupción?

–Hemos tenido una legislatura muy complicada. Entramos con problemas presupuestarios muy importantes. Y nos encontramos en 2008 con casos de corrupción de una impunidad tal que era imposible no verlos. No es que nos dedicáramos a levantar las alfombras. Entre mala gestión y corrupción, estamos hablando de 250 millones de euros, que es otro marrón que nos hemos tenido que tragar. Y a este caballo del apocalipsis se ha sumado después la crisis, de enorme virulencia a partir de septiembre de 2008, que nos ha quitado mil millones de euros en ingresos. Todo esto ha condicionado mucho el trabajo de este Govern. ¿Y que hemos hecho? Utilizar la inversión pública, pese al aumento enorme de la deuda pública.

–¿Y cómo se le queda el cuerpo cuando se descubre que la corrupción alcanza también al Govern del Pacto a través de sus socios de UM?

–Pues mal. Y por eso Francesc Antich tomó una de las decisiones más difíciles, como fue cesar a la gente de Unió Mallorquina, aunque pagaron justos por pecadores, porque los consellers Miquel Àngel Grimalt, Mateu Cañellas y Miquel Ferrer era gente que estaba trabajando muy bien. Y todo ello pese a que esta situación nos ha dejado en minoría. Fue una decisión muy valiente del president.

–¿Han lanzado a UM a los brazos del PP?

–Bueno. Si UM quiere abrazos de oso, es su problema. Cada uno es mayor para decidir lo que quiere hacer.

–Su departamento tenía tres objetivos en materia de financiación: elevar las inversiones del Estado, mejorar el sistema de financiación y aprobar un nuevo régimen económico. Dos ya están cerrados. ¿El resultado es el esperado?

–Yo estoy satisfecho. Y sin el modelo de financiación vigente, estaríamos mucho peor. En 2009, el primer año de aplicación, nos ingresaron 328 millones de euros adicionales, que sirvió para pagar a proveedores, ayuntamientos, Consells... fue un regalo de Navidad. Este año nos pagan cada mes, y el total ascenderá a unos 400 millones de euros adicionales. Y el año que viene serán unos 500 millones. Respecto al REB, en diciembre se enviará una propuesta a la comisión del Parlament. En materia de inversiones del Estado, en 2008 se ejecutaron por valor de 327 millones de euros, y en 2009 fueron 584 millones. Es ejercicio liquidado, no presupuesto. Es un salto adelante muy importante sobre lo que teníamos. Es más, sin esta inversión y la del Govern, estaríamos hablando de 120.000 parados en Balears en este momento. Ha permitido mantener unos 40.000 puestos de trabajo.

–¿Sin efectos secundarios?

–La otra cara de la moneda de esto es que yo pasaré a la historia por ser el conseller que más ha endeudado a esta Comunitat. Me encontré con una deuda de 1.800 millones de euros y la he duplicado. Es algo que no hay que esconder. Pero lo he hecho por un objetivo tangible, que es evitar que los estragos de la crisis fueran más profundos.

–¿Durante estos años ha habido algún momento en que deseara estrangular a algún otro conseller por sus exigencias presupuestarias?

–Sí, sí. He sentido ganas de estrangular a algún compañero, y estoy seguro de que todos ellos han sentido deseos de apedrearme a mí ante el Consolat de Mar y exponer mis despojos en la bandera (ríe). El problema está en que cada conseller ve su área de trabajo y las necesidades que tiene, y nosotros tenemos una visión más global de los ingresos y los gastos que podemos asumir. Eso puede crear tensiones en algunos momentos, y hay algo que me llega a molestar y es que se piense que el conseller de Hacienda tiene alguna caja B escondida y que puede sacar dinero para contentar a todos. Pero yo no tengo una máquina de hacer euros.

–¿Cuál ha sido el peor momento de esta legislatura?

–(Suspira) Ha habido muchos. La decisión de seguir adelante con el hospital de Son Espases fue muy dura, fue un momento crítico. El president Antich lo pasó mal, pero creo que se hizo lo que se debía hacer. De todas formas, la dimensión del proyecto final ha sido diferente, con una mayor protección del entorno, por ejemplo. También hemos tenido momentos muy difíciles con la inversión del Estado, de tensión y de discusiones airadas en alguna ocasión, tanto con el ministerio de Economía como con otros consejeros autonómicos.

–Han salido agujeros financieros en el Ibatur, en el Ib-Salut, en IB3... ¿Vamos a tener más sorpresas como esas?

–No, pienso que no.