Sa Nostra forma ya parte de la mayor caja de ahorros del Mediterráneo, que nace con un objetivo primordial: salvar a los cuatro socios del descalabro que se cierne sobre todas las cajas. Por eso la boda es de conveniencia para Sa Nostra, Caixa Penedès, CajaGranada y Cajamurcia, a las que se les acababan el tiempo y las novias.

Un grupo más sólido, pero con debilidades. La fusión era indispensable para todos. Aunque más para unos que para otros: Cajamurcia, el socio más fuerte pese a ser el segundo por volumen de activos, ha hecho valer su mayor solvencia para dominar un grupo que nace con pies de barro pese a ser el séptimo español y el mayor del Mediterráneo. Todo porque hace dos años que el tamaño no lo es todo en el sector financiero. Y menos cuando en cajas como la del Penedès se temen afrontar hasta un 9% de morosidad (umbral peligroso: sería el doble de la actual). La morosidad responde a la excesiva exposición al ladrillo de un grupo que tiene a tres de sus socios (Sa Nostra, Penedès y Granada) entre las quince entidades más atrapadas en la crisis inmobiliaria. Esa dependencia se diluirá gracias a la posición más relajada y solvente de Cajamurcia, pero aún así la situación de partida es de fragilidad. Tampoco ayuda la complementariedad de las cajas: ahorra despidos y evita cierres de oficinas, sí, pero por ello el ahorro de la integración es mucho menor.

Reparto del pastel por zonas. La red común que desde hoy tejerán Sa Nostra y compañía suma 1.725 sucursales que cubren la costa desde el norte de Cataluña hasta el oeste andaluz. El dominio del arco mediterráneo tiene como baluartes las áreas de origen de las cuatro cajas, que desde sus bases actuales controlarán espacios en los que ya tienen fuerte presencia. La alianza se fundamenta en un principio de no agresión que dejará Aragón y Cataluña en manos de Penedès; las comunidades valenciana y murciana en el área de control de Cajamurcia, y Andalucía bajo la batuta de CajaGranada. A Sa Nostra, el eslabón más débil por la combinación de ratios de solvencia, eficiencia (la mitad que Cajamurcia) y activos, le queda lo suyo, que no es poco: el dominio de la comunidad que le da nombre y de la que es la referencia financiera, Balears. A partir de ahí, el grupo emergente planea implantar su nueva marca en lo que han dado en llamar "zona común", que no es otra que la que ocupa espacios de interés comercial en los que ninguno de los socios es hegemónico.

Sa Nostra pierde peso, pero quizá gane un director general. A Sa Nostra le correspondería por activos el 19% del grupo, pero se tendrá que conformar con un 14,5%. Otro sapo que deberá tragar la entidad balear es la ausencia de su director general entre los pesos pesados de la nueva entidad. Coloca a su presidente, Fernando Alzamora, en un puesto secundario: presidente de la comisión de Auditoria. Aunque podría haber compensaciones posteriores: el nombre de Pau Dols, director general de Sa Nostra, suena con fuerza para ocupar el mismo puesto en el nuevo grupo. Sería una contrapartida magnífica tras la corrección a la baja del peso de Sa Nostra en el grupo, en el que han influido la menor red de oficinas, la menor eficiencia y unos ratios de solvencia, Tier 1 y Core Capital mucho peores que los del resto de aliados.

Menos costes, pero muy pocos menos. El ahorro en personal será nulo. La reducción de gastos vendrá así de la integración de servicios a clientes y de la confluencia de redes operativas. Para ello tienen una buena base: Sa Nostra y Cajamurcia, que ya estuvieron a punto de unirse este año en otras dos fusiones distintas a esta, comparten desde 2001 servicios tecnológicos e informáticos a través de Infocaja. Ahora se trata de integrar a Penedès y CajaGranada. El proceso, según fuentes financieras, llevará al menos tres meses.

Una sede modesta en la capital en la que se cuecen todas las decisiones financieras: Madrid.Cajamurcia estuvo en tres bailes, pero descartó a sus parejas por los dos mismos defectos: no aceptaban que la sede estuviese en Murcia y que la presidencia recayese en el incombustible y respetado (casi temido por su capacidad de decisión) Carlos Egea, líder de la entidad murciana. Pero Cajamurcia ha cedido en su fusión definitiva: la sede irá a Madrid. Aunque será modesta: el grupo, que se constituirá como banco con el 40% de los recursos propios y los beneficios de cada entidad, tendrá inicialmente una presencia reducida en la capital en la que se cuece todo (allí están las instituciones clave). Eso sí, la marcha de la sede a Madrid ha supuesto fuertes contrapartidas para Murcia en el accionariado del nuevo grupo y en su cúpula directiva. Egea se lleva así el gato al agua y se convierte en presidente de la séptima caja del país.

Despidos, no; traslados, quizá. No hay solapamiento de oficinas por lo que no habrá despidos en un grupo que pasa a contar con 8.600 trabajadores. En ello insisten sindicatos y dirigentes de la alianza mediterránea, aunque estos últimos añaden un matiz: cuando se centralicen servicios (algo que ocurrirá en meses), las sedes matriz de cada caja perderán funciones y efectivos. Ello obligará a trasladar trabajadores a la red comercial. ¿Serán los traslados forzosos? Según las cajas, no. Según los sindicatos, ya veremos.