­"El hecho de conseguir los tres puntos era lo vital, hoy por hoy, después de una semana difícil para los chicos y para todo el mundo. Estoy orgulloso de empezar de esta manera, pero hay todavía mucho por hacer", declaró Pep Lluís Martí el sábado después de estrenarse con un triunfo ante el Alavés en el banquillo del Tenerife.

El mallorquín ha hecho bueno el viejo refrán futbolero -"a entrenador nuevo, victoria segura"- y gana crédito en el cargo después de la sorpresa que causó su nombramiento. La oportunidad de sentarse en un banquillo de Segunda le llegó al exfutbolista solo unos meses después de sacarse el carnet de entrenador, un hecho inusitado en el fútbol profesional.

Martí, que relevó a Raúl Agné el miércoles, había insistido durante los dos días que pudo entrenar a sus hombres en que se adueñaran del balón, fueran eficientes en defensa y letales en la definición. Y por lo visto el sábado en el Heliodoro, los jugadores cumplieron las indicaciones de su nuevo técnico.

El palmesano puso la primera piedra de su obra, pero aún le queda mucho trabajo por delante para conseguir que el Tenerife se sacuda definitivamente la amenaza del descenso. De momento, el conjunto canario no se plantea metas más ambiciosas teniendo en cuenta el mal arranque de Liga y el corto presupuesto del que dispone este curso.

Martí, que la pasada temporada hizo historia en el Mallorca al convertirse en el primer bermellón en jugar con 40 años, ha puesto fin a una larga etapa sin entrenadores mallorquines en Primera o Segunda División.

El último fue Miquel Àngel Nadal, que se sentó en el banquillo del conjunto rojillo un partido en la temporada 2012/13, cuando Serra Ferrer destituyó a Laudrup. El pobler es quien más experiencia acumula en banquillos de la LFP, al haber dirigido varias etapas al Mallorca, Betis y Barcelona.