Los jugadores extracomunitarios deberían marcar diferencias, aunque no siempre es así. Aquellos que verdaderamente merecen la pena son muy caros y el resto no justifican, en su inmensa mayoría, la usurpación de un puesto de plantilla que cualquier futbolista español ocuparía en su lugar.

El vídeo no mató a la estrella de la radio, como cantaban los Buggles, pero sí ha sido el causante de no pocos fichajes esperanzadores que al poco tiempo se han convertido en profundas decepciones y fuente de problemas. Los clubs modestos recurren a los recortes y deuvedés que suministran los propios representantes de los jugadores para colocar su producto, un método que admite un margen de error demasiado amplio.

Aunque nunca tuvo grandes aciertos a ese respecto, el Mallorca tiene hipotecada su cuota con jugadores de perfil bajo. Todo extranjero ha de ser titular fijo, o la menos marcar diferencias en equipos de este nivel y perfil. Otra cosa no es sino perder el tiempo y quemarse innecesariamente. Castro, más discutido que indiscutible, tardó lo suyo en adaptarse a la exigencia de la Primera División española y, tras estallar, ha tenido actuaciones muy irregulares. Su aparente resurrección quizás tengo algo que ver con el hecho de que, llegado el próximo mes de enero, puede negociar con cualquier club y necesita lucir en el escaparate. Su actitud durante la segunda vuelta del campeonato liguero nos dará pistas sólidas acerca de su futuro.

Joao Víctor hace cola por detrás de Martí, Tissone, Pina y, ocasionalmente, hasta Tejera. Un brasileño no puede ser el quinto centrocampista de ningún plantel. Debería ser el primero o nada. Algo parecido ocurre con Aki, con el que Caparrós no parece que vaya a contar mucho. Lo barato, si malo, dos veces caro.