Uno de los más graves problemas con los que tropieza el deporte balear no es la falta de instalaciones, una asignatura cuantitavamente superada, sino su mala gestión, como prueban los botones de muestra del Palau Municipal de Son Moix, el Palma Arena, el Príncipes de España y otras más. Lo que propone Rafa Nadal es otra cosa, un concepto diferente que, a primera vista, puede parecer excesiva por su ambiciosa oferta, pero cuyas miras alcanzan el largo plazo que a veces se echa de menos en no pocas obras públicas.

El anuncio del que sin duda

ya es el mejor deportista mallorquín de todos los tiempos, para muchos también el mejor español, no solamente refleja su entrega profesional y vocacional al deporte, sino un compromiso con su pueblo en particular y esta Comunidad en general.

Hay que reconocer que por lo que al deporte se refiere, Manacor es una ciudad especial. Desde allí no han cesado de salir deportistas de primer nivel que nos han hecho llegar al más absoluto convencimiento de que ni las cuevas del Drac, ni las perlas artificiales, constituyen ya mayor atractivo que el de la curiosidad por conocer dónde nacieron y vivieron ídolos mundiales, representados principalmente por la figura del tenista, cuyo futuro palacio de deportes será también visita obligada.