Según Plassnik, en ese continente, dos tercios de la superficie de explotación agraria están afectados por la incipiente formación de desiertos y el 75 por ciento de las personas que viven en pobreza (unos 800 millones de niños y adultos) dependen de la agricultura.

La desertización lleva a la destrucción de las reservas naturales, como el suelo, el agua y la vegetación, y la población rural tiene que luchar para sobrevivir o emigrar, explicó la jefa de la diplomacia austríaca.

Señaló además que la autogestión y formación tecnológica revisten especial importancia para la gente que vive en el campo amenazada de la sequía, ya que los métodos de cultivo con una mínima perspectiva técnica pueden ayudarles a mantener la producción agrícola.