La presencia terapéutica de perros en hospitales españoles es una realidad que cada vez se impone con más fuerza. Es lógico, la sociedad ha experimentado en los últimos años un gran cambio mostrando su sensibilidad hacia estos temas.

Sin embargo y pese a lo anterior, la realidad es que la visita de animales a este tipo de centros sigue contando con una gran resistencia por parte de sus gestores.

Si hacemos un poco de historia, fue en los años ochenta cuando bajo el nombre de 'Pat Dog Cheme', el Hospital Universitario de Leicester, en Inglaterra, decidió autorizar por primera vez la visita de un perro a las personas que estaban ingresadas. Se trató de un labrador y los resultados fueron tan positivos que no sólo mejoró el estado de ánimo de los pacientes sino también de todo el personal del centro. Se comprobó, además, cómo su presencia dulcificaba el ambiente de trabajo y se respiraba un optimismo mucho mayor en el centro.

El hospital de Ibiza, el materno infantil San Joan de Déu de Barcelona o el Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles, son algunos de los últimos que, con todos los controles sanitarios e higiénicos debidos, ha permitido el acceso de perros en sus instalaciones como medida terapéutica. De hecho, a menudo la presencia de los animales se encuadra dentro de algunos de los programas dirigidos a mejorar la calidad de la vida de los niños ingresados durante largas estancias e, incluso, en algunos casos, a que determinados pacientes concretos puedan recibir la visita de sus propios animales.

Hoy ya nadie duda de que la compañía de los animales son una fuente de salud para sus propietarios y que mejoran sus constantes vitales con su sola presencia. Los estudios médicos así lo acreditan.

Por tanto, es hora de que la ley y la sanidad se adapten a esta realidad y que establezcan las normas y protocolos necesarios al respecto para que no exista problema alguno.